Mejor es poco con justicia que grandes ganancias sin derecho. El corazón del hombre concibe su camino, pero el SEÑOR dirige sus pasos. En labios del rey hay sentencia divina: su boca no se extravía en el juicio. El peso y la balanza son del SEÑOR: todos los pesos de la bolsa son obra suya. Abominación de los reyes es cometer iniquidad, porque el trono es establecido por la justicia.

Los labios justos son el deleite de los reyes; y aman al que habla bien. La ira del rey es como mensajero de muerte, pero el sabio la apaciguará. A la luz del rostro del rey está la vida; y su favor es como nube de lluvia tardía. ¡Cuánto mejor es adquirir sabiduría que el oro! y adquirir entendimiento antes que ser escogido por la plata. La calzada de los rectos es apartarse del mal; el que guarda su camino guarda su alma.

El orgullo va antes que la destrucción, y el espíritu altivo antes de la caída. Mejor es ser humilde con los humildes que repartir despojos con los soberbios. El que maneja sabiamente un asunto hallará el bien; y el que confía en el SEÑOR, bienaventurado. Al sabio de corazón se le llamará prudente, Y la dulzura de labios aumenta la sabiduría. Manantial de vida es el entendimiento para el que lo tiene, pero la instrucción de los necios es necedad.

El corazón del sabio enseña a su boca y añade sabiduría a sus labios. Las palabras agradables son como un panal de miel, dulces para el alma y salud para los huesos. Hay camino que al hombre le parece recto, pero su fin son caminos de muerte. El que trabaja, trabaja para sí mismo; porque su boca lo anhela. El impío desentierra el mal, y en sus labios hay como fuego ardiente. El perverso siembra contienda, y el murmurador separa a los principales amigos.

El hombre violento seduce a su prójimo y lo lleva por camino no bueno. Cierra los ojos para concebir cosas perversas: moviendo los labios hace que el mal se cumpla. Corona de gloria es la cabeza canosa, si se halla en el camino de la justicia. Mejor es el lento para la ira que el valiente; y el que domina su espíritu que el que toma una ciudad. La suerte se echa en el regazo; pero toda su disposición es del SEÑOR.

Si el lector tiene sus ojos constantemente esperando en el Espíritu Santo, mientras lee estos muchos versículos, estoy muy seguro de que ese bendito Espíritu le dará a ver a Cristo en muchas partes. Y su conclusión a partir de ahí será como el principio y el final de este capítulo. Es el Señor quien prepara el corazón. Y el Señor es el que dispone el corazón y todas las cosas, cuando se echa la suerte en el regazo.

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