Escucha, hijo mío, y recibe mis dichos; y los años de tu vida serán muchos. Te he enseñado en el camino de la sabiduría; Te he conducido por sendas rectas. Cuando vayas, tus pasos no serán angustiados; y cuando corras, no tropezarás. Aférrate a la instrucción; no la dejes ir: guárdala; porque ella es tu vida. No entres en la senda de los impíos, ni vayas por el camino de los malos.

Evítala, no la pases, apártate de ella y pasa. Porque no duermen si no han hecho mal; y se les quita el sueño, a menos que hagan caer a algunos. Porque comen pan de maldad y beben vino de violencia.

Tenemos aquí las mismas benditas instrucciones dadas en otras palabras, con los motivos que deben impulsar a la debida atención que tan justamente exigen. Y bajo la misma idea de que Cristo siempre se presenta como sabiduría, nada puede ser más adecuado para las verdades puras del evangelio que lo que aquí se dice.

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