Oídme ahora, hijos, y no os apartéis de las palabras de mi boca. Aparta tu camino de ella, y no te acerques a la puerta de su casa; no sea que des tu honor a otros, y tus años a los crueles; no sea que extraños se llenen de tus riquezas; y tus trabajos sean en casa de extraño; Y llorarás al final, cuando tu carne y tu cuerpo sean consumidos, y digas: ¿Cómo he aborrecido la instrucción, y mi corazón despreciado la reprensión? ¡Y no he escuchado la voz de mis maestros, ni he inclinado mi oído a los que me instruían! Estaba casi en todo mal en medio de la congregación y la asamblea.

Deseo que el lector me comente la alteración de las personas con la que comienza esta parte del discurso de Salomón. En el primero parece haber sido su dirección para una sola persona, pero aquí es para más de uno. Pero las instrucciones son las mismas y los motivos utilizados son los mismos. Tal vez no exista una razón particular para el cambio, a menos que se suponga, lo cual confieso que no estoy poco inclinado a pensar, que el escritor sagrado en muchas ocasiones, según transmite estos discursos, tenía en la mira a la persona de Cristo; y ahora el pueblo de Cristo en él.

Pero sea esto o no, siempre es provechoso para un hijo de Dios mirar a Cristo en todo como la primera prioridad del orden; y luego sus hijos, su simiente, su iglesia, en él. Salmo 89:1 .

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