Porque el reino de Dios no es comida ni bebida; sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. (18) Porque el que en estas cosas sirve a Cristo, agrada a Dios y es aprobado por los hombres. (19) Sigamos, pues, las cosas que contribuyen a la paz, y las cosas con las que unos pueden edificar a otros. (20) Porque la carne no destruya la obra de Dios. En verdad, todas las cosas son puras; pero es malo para el que come con ofensa. (21) Es bueno no comer carne, ni beber vino, ni nada con lo que tu hermano tropiece, se ofenda o se debilite.

¿Qué Escritura tan preciosa es esta, en conclusión de lo que se había dicho acerca de todas las controversias sobre la carne y la bebida? El Reino de Dios no es comida y bebida. Aquí tenemos la decisión. La carne no nos encomienda a Dios; porque ni si comemos, somos mejores; ni si no comemos, somos peores, 1 Corintios 8:8 .

¡Cuán eternamente dispuestas han estado las mentes de los hombres a aceptar cualquier cosa que no sea el cambio de corazón! Esto echa por tierra todo intento de compromiso con Dios. Nada menos que la obra de Dios el Espíritu en la regeneración puede llevar a los pecadores a Dios. Es el oficio especial y peculiar de Dios el Espíritu Santo llevar a cabo este cambio dichoso. Él convence del pecado, de la justicia y del juicio.

Y, al sostener a la vista del pecador, la Persona, obra y gloria de Cristo, y obrando en el corazón del pecador, fe para creer en el testimonio que Dios ha dado de su Hijo; da gracia, para poseer un interés, en todos los derechos comunicables del Señor Jesús, que obró para su pueblo; y así hace aquí el reino de la gracia, que conduce a un reino de gloria en el más allá, el privilegio de toda la Iglesia.

¡Lector! ¿Se corresponde tu experiencia con la del Apóstol, y está este reino en tu estima, justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo? Si es así, dulce para el alma es el testimonio de Dios el Espíritu por parte del Apóstol. Porque el que en estas cosas sirve a Cristo, es agradable a Dios, amado y aprobado por los hombres.

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