Saludad a Amplias, amado mío en el Señor. (9) Saludad a Urbane, nuestro ayudador en Cristo, ya Stachys, mi amado. (10) Saludad a Apeles aprobado en Cristo. Saludad a los de la casa de Aristóbulo. (11) Saludad a Herodión, mi pariente. Saludad a los de la casa de Narciso, que están en el Señor. (12) Saludad a Trifena y a Trifosa, que trabajan en el Señor. Saludad a la amada Persis, que trabajó mucho en el Señor.

(13) Saludad a Rufo escogido en el Señor, a su madre y a la mía. (14) Saludad a Asíncrito, a Flegón, a Hermas, a Patrobas, a Hermes y a los hermanos que están con ellos. (15) Saludad a Filólogo, a Julia, a Nereo y a su hermana, a Olimpas y a todos los santos que están con ellos. (16) Saludaos unos a otros con beso santo. Las iglesias de Cristo te saludan.

Detengo al lector en este último verso del párrafo, solo para comentar algunas palabras, en relación con un beso santo. En esos países orientales era costumbre que los amigos y parientes se saludaran con diversas muestras de afecto. El Abba Padre nunca fue utilizado por los esclavos del Ab, o Jefe de la familia. Este privilegio pertenecía solo a los niños. Del mismo modo, el beso era una muestra general de amor y reverencia, o de igualdad.

Los hermanos de Cristo, su Iglesia, su pueblo, tenían sus muestras de amor también para manifestar su afecto y apego mutuo. Pero Pablo, enseñado por el Espíritu Santo, instruye a la Iglesia a mostrar su amor, no simplemente con un beso, sino con un beso santo. Quizás recordando el beso traidor de Judas. Y también para distinguirlo de cualquier cosa que tenga sabor a falta de castidad. Los santos seguidores del Santo Jesús deben distinguirse en todo de los carnales y los impíos. Y si lo hacen en sus saludos, use el beso del cariño fraternal, ¡debe ser santo, y con la mirada puesta en el santo niño Jesús!

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad