REFLEXIONES

Haz una pausa, alma mía, sobre este dulce Salmo, y toma de él, para tu constante meditación, las muchas y preciosas instrucciones que te presenta. Mire una y otra vez a Jesús, mientras reflexiona sobre los varios versículos, y contemple a su Señor en las situaciones difíciles que se describen aquí. Y cuando hayas recogido, bajo la enseñanza del Espíritu, los diversos dulces que ofrece esta hermosa flor de las Escrituras, aliméntate con la miel para tu propia comida, bajo ejercicios en el camino de la tribulación.

¿Qué importa si estás reducido en circunstancias y tu espíritu se siente abrumado dentro de ti? aunque tú, como tu Salvador, no encuentres a nadie a tu diestra que te conozca; ya la izquierda, los males que surgen del pecado, Satanás y el mundo, te derribarían; digamos, ¿no está Cristo en el trono? Y él no te ve, te conoce; es más, ¿no ha designado tu propio estado para que sea lo que es, con el propósito de hacerte conocer tu necesidad y su amor? ¡Oh, bendito Señor! aunque me falte todo refugio, y nadie se preocupe por mi alma, tú la cuidas, porque la compraste con tu sangre, y la conservarás con tu mirada; tú serás mi porción, mi Dios, mi Salvador, mi Jesús.

Me sacarás de todas las cárceles del pecado aquí, y de la muerte después, y alabaré tu nombre. ¡Si mi señor! el final es seguro. Veré tu rostro en justicia; aún mira a Jesús, y estaré satisfecho cuando despierte con tu semejanza.

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