Cuán preciosa es esta promesa, tanto en lo que concierne a los que odian a nuestro Dios y Salvador, cuyas rodillas nunca se doblegan ante la soberanía de su gracia, y que deben ser quebrantadas ante él: y en lo que respecta a aquellos cuyos corazones obstinados serán serán conquistados y dispuestos en el día de su poder, y serán llevados a los intereses de su reino. ¡Señor! Yo diría por mí mismo y por el lector: ¡Conquiste todo lo que se rebele contra ti! ¡Sería llevado cautivo voluntariamente por mi Redentor!

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