Qué hermosa conclusión para un Salmo tan triunfante. Jesús, que es nuestro Dios y Salvador ahora, que ha sido el Salvador de nuestros padres; es nuestro, y lo será para la generación siguiente, y para cada generación de su simiente por los siglos de los siglos.

REFLEXIONES

¡LECTOR! Si estas son las bendiciones de Sion, ¿qué misericordia debe ser ser ciudadano de Sion? Se dice de este lugar privilegiado; donde mora Jesús, que el Señor cuente, cuando escriba al pueblo, que este y aquel hombre nació en ella. Es una pregunta vasta e importante saber si tú y yo nacimos allí. Me refiero a un nuevo nacimiento, que nos hace conciudadanos de los santos y de la casa de Dios.

¡Lector! ¿Hemos venido al monte Sion, a la ciudad del Dios viviente? ¿Doblamos la rodilla, el corazón, toda el alma, en obediencia obediente, con amor, con afecto, con respecto al rey de Sión? ¿Hablamos el idioma de Sion? ¿Amamos los atrios, la casa de oración, las ordenanzas, la adoración de Sion? ¿Es Sión la perfección de la belleza, el gozo de toda la tierra en nuestra estima? En una palabra, podemos y decimos; Por amor de Sion no callaré, y por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que su justicia salga como resplandor, y su salvación como lámpara encendida.

Ministros de mi Dios, atalayas que Dios puso sobre los muros de Sion, mirad que no guardéis paz de día ni de noche; los que mencionáis a mi Dios, no le des descanso ni paz, hasta que haga de Jerusalén una alabanza en la tierra. Y ¡oh! para que todos los ciudadanos de Sion tengan los intereses de Jesús y de su iglesia sobre todo en sus corazones, para que prefieran Jerusalén por encima de su principal gozo.

Y tú, Señor, que eres rey en Sion, haz aparecer tu gloria. Sé tú la gloria de tu iglesia; el guía, el protector, la salvación de tus redimidos aquí en la tierra, y su gozo y gloria eternos en tu iglesia que está arriba.

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