REFLEXIONES

Alma mía, detente en la breve relación, dada en este Salmo, de la malicia de los impíos; y, en el caso de este miserable edomita, he aquí una representación de toda esa raza. Los hijos del maligno entran con deleite en su servicio y manifiestan la amargura de su odio contra el Señor y contra su Cristo. Su salario en el mundo actual son los placeres del pecado, el amor al mundo, los elogios y aplausos de los indolentes como ellos y los beneficios de la iniquidad.

En el mundo venidero, ¿dónde debería estar su posición, dónde podrían desear estar, sino con aquel a quien sirven aquí? Lector, en medio de todos los gemidos del alma, bajo los restos de la corrupción que mora en nosotros, ¡cuán bienaventurado es no ser de esta familia que persigue a los seguidores de Cristo! Señor Jesús, deseo alabarte con las señales distintivas de tu favor, porque me has tomado a tu servicio; y si tan solo un cortador de leña y un cajón de agua, ¡oh, cuán bienaventurado ser de la familia de la fe! Señor, guárdame cerca de ti, y te alabaré para siempre, porque eres tú quien lo ha hecho; y concédeme esperar en tu nombre, porque es bueno, delante de tus santos.

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