REFLEXIONES

Qué bendición es leer Mictams de David con la mirada puesta en Cristo. En verdad son cosas de oro, cuando se convierten en el medio para abrirnos a nuestra visión del Señor como nuestra garantía; y cuando traen a casa a nuestras almas las muestras de su amor y empresa por su pueblo. ¡Sí! Bendito Señor, ciertamente eras todo esto, e infinitamente más, como se establece en este Salmo, cuando te comprometiste en esos compromisos de fianza para tu pueblo.

¡Cuán expuesto a la malicia de los hombres! ¡Cuán perseguido por la ira del infierno! ¡Y cuán sustentadora, el justo desierto de nuestros pecados del justo juicio de Dios! Pero ¡oh! Tú, Redentor celestial, ¡cuán preciosas fueron tus lágrimas a los ojos de Dios! ¿Cómo fueron contados y marcados todos? Y ciertamente, Dios bendito, todo debe ser contado nuevamente; y tu pueblo fue recordado y salvado en virtud de tu completa obra de redención, cuando los enemigos de nuestro Dios y de su Cristo vengan a ser recompensados ​​por su mortal oposición a ti ya tu justa causa.

Ayúdame, Señor de misericordia, con tu fuerza para ser fuerte, y en tu justicia para gloriarme. Que los hombres se opongan, que los demonios se enfurezcan y que todos los enemigos de tu gran salvación amenacen. El Señor es mi fuerza y ​​mi escudo, en él confía mi corazón y soy ayudado. Andaré todavía delante de mi Dios en la tierra de los vivientes; y poco a poco, en y a través de Jesús, caminaré ante Dios por los siglos de los siglos.

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