REFLEXIONES

MI alma, ¿puedes aceptar la invitación y unirte con santo gozo y amor al urgente llamado de la iglesia, y apresurarte a celebrar las alabanzas de Jehová Jesús, la Roca de tu salvación? ¿Es él en verdad tu Roca, tu Salvador, tu Santo, tu Jesús, tu Elegido? ¿Se ha ganado tus afectos, ha ganado tu corazón para su amor? ¿Y lo conoces en todas esas relaciones dulces y de pacto, en las que el Espíritu Santo lo representa aquí ante la Iglesia? ¡Oh! preciosa vista de un Salvador más bendito y precioso! Ayúdame, Señor, a desplegar todas mis fuerzas y apresurarme a doblar la rodilla de mi corazón con toda mi alma y mi cuerpo, ante el estrado de sus pies.

¡Sí! Señor, quisiera hacer un ruido alegre, el ruido más fuerte del corazón más cálido, alabarte, amarte, vivir para ti, tanto en ordenanzas como sin ellas, día tras día y noche tras noche, para mostrarte el alabanzas a aquel que me llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Creación, providencia, redención, gracia, gloria, todo entrará en las notas de mi canción. ¡Y no solo llamaría a todo lo que hay dentro de mí para alabar a Jesús, sino que también pediría a todos los que me rodean que hagan un ruido de alegría al Dios de mi salvación! Y ¡oh! ¡Tú, querido Redentor! Te suplico, Señor, por todas las entrañables muestras de tu amor redentor, manifestadas a un pecador como yo, concédeme gracia renovada en el continuo ejercicio de la fe, que mientras te alababa pueda vivir de ti, y mientras te adoro. mi alma puede crecer en amor hacia ti.

Entonces tendré un leve disfrute de lo que los benditos de arriba, en la fuente de tu presencia, participan en abundancia; y aprendiendo día a día a alabarte más y más, mi alma puede estar formándose, bajo tu mano divina, para el gozo y alabanza eternos de mi Dios, en la gloria que será revelada. Amén.

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