Explicación, estudio y comentario bíblico de Daniel 2:2-27 verso por verso
El rey mandó llamar a los magos, a los encantadores, a los hechiceros y a los caldeos para que le declararan sus sueños. Vinieron y se presentaron delante del rey.
Y el rey les dijo: — He tenido un sueño, y mi espíritu se ha turbado por entender el sueño.
Entonces los caldeos dijeron al rey en arameo: — ¡Oh rey, para siempre vivas! Di el sueño a tus siervos y te declararemos la interpretación.
El rey respondió y dijo a los caldeos: — De mi parte el asunto está decidido: Si no me dan a conocer el sueño y su interpretación serán descuartizados y sus casas serán convertidas en ruinas.
Pero si me declaran el sueño y su interpretación recibirán de mí regalos, presentes y grandes honores. Por tanto, declárenme el sueño y su interpretación.
Le respondieron por segunda vez diciendo: — Diga el rey el sueño a sus siervos y nosotros declararemos su interpretación.
El rey respondió: — Ciertamente yo me doy cuenta de que ustedes ponen dilaciones, porque ven que de mi parte el asunto está decidido:
Si no me dan a conocer el sueño, habrá una sola sentencia para ustedes. Ciertamente se han puesto de acuerdo para dar una respuesta mentirosa y corrupta delante de mí, entre tanto que las circunstancias cambien. Por tanto, díganme el sueño, para que yo sepa que también pueden declarar su interpretación.
Los caldeos respondieron delante del rey: — No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto del rey, porque ningún rey grande y poderoso ha pedido cosa semejante a ningún mago ni encantador ni caldeo.
Además, el asunto que el rey pide es difícil, y no hay delante del rey quien lo pueda declarar, salvo los dioses, cuya morada no está con los mortales.
Por esto, el rey se enfureció y se airó muchísimo, y mandó que mataran a todos los sabios de Babilonia.
Se promulgó el decreto, para que los sabios fueran llevados a la muerte. Y buscaron a Daniel y a sus compañeros para que fueran muertos.
Entonces Daniel se dirigió con prudencia y discreción a Arioc, capitán de la guardia del rey, quien había salido para matar a los sabios de Babilonia.
Habló y dijo a Arioc, oficial del rey: — ¿Cuál es la causa por la que se ha promulgado este decreto tan severo de parte del rey? Entonces Arioc declaró el asunto a Daniel.
Daniel entró y pidió al rey que le diera tiempo para que le declarara la interpretación.
Luego Daniel fue a su casa y dio a conocer el asunto a Ananías, Misael y Azarías, sus compañeros,
a fin de implorar misericordia del Dios de los cielos con respecto a este misterio, para que Daniel y sus compañeros no perecieran junto con el resto de los sabios de Babilonia.
Entonces el misterio le fue revelado a Daniel en una visión de noche, por lo cual Daniel bendijo al Dios de los cielos.
Daniel habló y dijo: “¡Sea bendito el nombre de Dios desde la eternidad hasta la eternidad! Porque suyos son la sabiduría y el poder.
Él cambia los tiempos y las ocasiones; quita reyes y pone reyes. Da sabiduría a los sabios y conocimiento a los entendidos.
Él revela las cosas profundas y escondidas; conoce lo que hay en las tinieblas y con él mora la luz.
A ti, oh Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, porque me has dado sabiduría y poder. Y ahora me has dado a conocer lo que te hemos pedido, pues nos has dado a conocer el asunto del rey”.
Después de esto, Daniel entró a la presencia de Arioc, a quien el rey había comisionado para hacer perecer a los sabios de Babilonia. Fue y le dijo así: — No hagas perecer a los sabios de Babilonia. Llévame a la presencia del rey y yo declararé al rey la interpretación.
Entonces Arioc llevó apresuradamente a Daniel a la presencia del rey y le dijo así: — He hallado un hombre de los cautivos de Judá, quien dará a conocer al rey la interpretación.
El rey habló y preguntó a Daniel, cuyo nombre era Beltesasar: — ¿Podrás tú darme a conocer el sueño que tuve y su interpretación?
Daniel respondió en presencia del rey diciendo: — El misterio sobre el cual el rey pregunta, ni los sabios ni los encantadores ni los magos ni los adivinos lo pueden declarar al rey.