En hebreo existen varias expresiones, como «nasa panim», «mirar a la cara», y «gur mi pene», «temer ante el rostro», que significan, literalmente, juzgar a alguien por el exterior, dejándose llevar demasiado por las apariencias. Nuestras versiones castellanas de la Biblia traducen estas expresiones por «mirar la persona», «tomar en consideración o aceptar a la persona». Siendo la cara lo primero que se ve en una persona, es natural que, muchas veces, se las juzgue por el rostro. Esta es también la razón por la cual indica, con frecuencia, a toda la persona. La expresión hebrea, griega y latina significan «levantar la máscara para ver lo que se oculta detrás de las apariencias», y en sentido metafórico quiere decir «prestar atención a las apariencias», al exterior, en perjuicio de la justicia y de la imparcialidad con que se debe juzgar al prójimo. Esta costumbre de mirar las apariencias es severamente enjuiciada en la Biblia (Deuteronomio 1:17; Deuteronomio 16:19), porque sabe del mal que se sigue, especialmente en los

juicios emitidos al juzgar según las apariencias (Proverbios 18:5; Proverbios 24:23); y esta enseñanza se da tanto en los profetas como en la ley de Moisés (Levítico 19:15; Amós 5:12; Isaías 1:23;Jeremias 22:3;Ezequiel 22:12). La Biblia recuerda con frecuencia que Dios no juzga a los hombres según las apariencias, y que trata a todos los hombres con igual justicia (Hechos 10:34; Romanos 2:6;Gálatas 2:6; Efesios 6:9; Colosenses 3:25; 1 Pedro 1:17; Mateo 22:16; Lucas 20:21).


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