«errante».
Forma griega del nombre hebreo «Hagar», esclava egipcia de Sara. Abraham la aceptó como concubina, según costumbre semítica de entonces, siendo Sara estéril (Génesis 16:1), y teniendo ya 76 años. Agar fue aceptada como tal a petición de Sara, que quería obtener el título de madre y hacer posible la sucesión de Abraham. Cuando Agar, enorgullecida por estar encinta, se burló de Sara, ésta recurrió a Abraham, puesto que era ya esclava de él; éste terminó el concubinato y entregó la esclava a su dueña, quien la ultrajó de tal modo que Agar huyó al desierto; allí se le apareció un ángel, el cual le ordenó volver a casa de Sara y le anunció que el hijo de sus entrañas, (Ismael), sería padre de pueblos y hombre fuerte (Génesis 16). (Véase ISMAEL) Después del nacimiento de Isaac la rivalidad continuó entre las dos mujeres y de nuevo Agar y su hijo marcharon al desierto, donde estaban a punto de morir de sed, cuando otra vez el ángel les mostró las fuentes de agua.
Con la ayuda de Dios sobrevivieron en el desierto e Ismael creció allí (Génesis 21). El último pasaje que menciona a Agar en el Antiguo Testamento nos muestra a ésta buscando mujer para su hijo en Egipto, país de donde ella misma había salido (Génesis 21:1-21).
Pablo nos da la aplicación alegórica de estos sucesos (Gálatas 4:21-31), mostrando la libertad en que nos sitúa el nuevo pacto, en la gracia, frente a la esclavitud en que recaen aquellos que se vuelven a sujetar a la ley (Gálatas 5:1).