VERSIONES DE LA BIBLIA, APÓCRIFOS DEL NUEVO TESTAMENTO, PSEUDOEPÍGRAFOS

Gr. «apokrypha», «escondidos».

Este término se aplica a un número de libros y escritos que aparecen en la versión griega de los LXX, pero que no aparecen en la Biblia hebrea. Posteriores casi todos ellos al siglo III a.C., pasaron de la LXX a la versión latina (Vulgata) y a todas las versiones antiguas y modernas hasta comienzos del siglo XIX. La sinagoga no los consideraba en absoluto inspirados. Ciertos autores de los mismos libros les niegan toda inspiración (véanse «Prólogo de Eclesiástico»; 1 Mac. 4:46; 9:27; 2 Mac. 15:38, 39). No forman parte del canon judío. Jesús no los cita jamás, y tampoco los apóstoles. A ello se suman razones espirituales, por el desfavor con que se vieron acogidos estos libros. En el siglo IV, el mismo traductor de la Biblia latina, Jerónimo, descalificó el conjunto de libros introducidos por la LXX como parte del AT. Los apócrifos no se distinguen en absoluto por su valor espiritual; el soplo profético brilla por su ausencia, y muchas de las doctrinas que allí se expresan, contradicen la doctrina del canon hebreo y la del NT, como la intercesión de los ángeles y de los santos (Tob. 12:12; 2 Mac. 15:14; Bar. 3:4), la redención de las almas después de la muerte (2 Mac. 12:42, 46), etc.

La «Iglesia de Roma» ha preferido seguir el criterio de Agustín de Hipona al de Jerónimo, y considera como canónicos todos los libros admitidos por la LXX y la Vulgata, exceptuando «3 y 4 Esdras» y la «Oración de Manasés», según decisión dogmática adoptada en el Concilio de Trento (1546) y confirmada en el Concilio Vaticano I (1870). En cambio, la Reforma se adhirió a los puntos de vista de Jerónimo. En su versión alemana de la Biblia (véase VERSIONES DE LA BIBLIA), Lutero los rechazó de las páginas del AT, situándolos agrupados entre el AT y el NT, con la siguiente nota: «Libros que no deben ser considerados iguales a las Sagradas Escrituras, pero que no obstante son útiles y buenos para ser leídos.»

La Confesión de fe de Westminster (1643) declara: «Los libros llamados Apócrifos no son divinamente inspirados, ni forman parte del Canon de las Escrituras, no teniendo tampoco autoridad alguna en la Iglesia de Dios. No hay que considerarlos más que a otra clase de escrito humano.» David Martín escribía, por su parte, en 1707, en el prefacio a los Apócrifos: «Estos libros son leídos por muy pocas personas, y a excepción del Eclesiástico, Sabiduría, el libro primero de Macabeos y el capítulo 7 del segundo, el resto apenas si vale la pena de leer.» Fue en 1826 que la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera tomó la resolución de excluir todos los libros apócrifos de sus ediciones. Esta decisión, sin embargo, se ha visto revocada a partir del año 1968, cuando las Sociedades Bíblicas Unidas se comprometieron a una cooperación con Roma. Fruto de ello fue la traducción llamada «Dios habla hoy», o también «Dios llega al hombre»; para esta versión, en las ediciones de consumo católico, las Sociedades Bíblicas Unidas incluyen los libros apócrifos, quebrantando así una larga tradición de imprimir sólo la Palabra de Dios sin añadiduras.

Clasificación. Los apócrifos se pueden clasificar de la siguiente manera, siguiendo su carácter literario:

  • (a) Relatos históricos:

1 y 2 Macabeos. 

  • (b) Obras patrióticas:

Macabeos,

Tobías,

Judit,

Adiciones a Ester,

3 Esdras,

Susana,

Bel y el Dragón.

Estos dos últimos son adiciones a Daniel.

  • (c) Escritos líricos y místicos:

Oración de Azarías (adición a Daniel),

Oración de Manasés,

Baruc,

Epístola de Jeremías.

  • (d) Libros morales y religiosos:

Eclesiástico (o Sabiduría de Jesús, hijo de Sirach),

Sabiduría de Salomón.

El libro 4 Esdras y el 4 Macabeos forman parte de los pseudoepígrafos Véase PSEUDOEPIGRÁFICOS). Se trata de un conjunto de escritos judeocristianos que pertenecen al mismo grupo que los apócrifos, pero que han sido mantenidos siempre fuera de toda pretensión de canonicidad; se presentan generalmente bajo el nombre de un personaje célebre. A diferencia de los libros canónicos del AT, escritos en hebreo con la excepción de unos cortos pasajes en arameo, los apócrifos están escritos en griego. De todas maneras, se debe señalar que Judit, Eclesiástico, Baruc 1 a 3:8, y 1 Macabeos fueron primitivamente redactados en hebreo.

Con respecto a los Evangelios, Hechos, Epístolas y Apocalipsis apócrifos, y bibliografía, véase el siguiente artículo: APÓCRIFOS DEL NUEVO TESTAMENTO.


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