Táctica militar para la reducción de un punto fuerte por hambre. Al enfrentarse con una resistencia tenaz, e imposibilitarse un asalto frontal, los ejércitos que atacaban una fortaleza o una ciudad fortificada la rodeaban, impidiendo la salida o la entrada de personas y bienes en ella. Con frecuencia, los asedios duraban años, en el transcurso de los cuales se daban numerosas escaramuzas, ataques por diversos medios, entradas, salidas. Cuando los invasores juzgaban que la moral y el estado físico de los defensores de la ciudad habían bajado, se lanzaban al ataque con arietes, plataformas, escalas, o con estratagemas intentaban conseguir la apertura de la ciudad. Estos esfuerzos eran rechazados con todo tipo de armas defensivas, incluyendo el uso de aceite hirviendo arrojado sobre los atacantes. Los romanos perfeccionaron las técnicas, construyendo verdaderas rampas de asalto, para lanzarse sobre la ciudad fortificada. En muchas ocasiones, la fase final de ataque se resolvía en una degollina general de la población de la ciudad y su saqueo. Josefo da una vívida descripción del asedio de Jerusalén por los romanos (Guerras 5-6). Ver la estremecedora lamentación de Jeremías, del resultado del asedio de Nabucodonosor (Libro de Lamentaciones).


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