En oriente el asno ha tenido siempre el lugar que el caballo ha tenido en las naciones de Europa. Es allí un animal mucho más noble, y se declara que es muy inteligente (cp. Is. 1:13). Es muy valorado y muy bien tratado. Se usaba como montura tanto de hombres como de mujeres, y para transportar cargas. Con frecuencia se enumeran los asnos entre los bienes (Gn. 12:16; Jb. 1:3; 42:12; Esd. 2:67; Neh. 7:69). Hay cinco palabras hebreas utilizadas para el asno doméstico y el silvestre, refiriéndose a su fuerza o a su color.

Los «asnos blancos» (Jue. 5:10) siguen siendo muy apreciados en Oriente. En ciertos lugares la carne del asno es muy apreciada como alimento, pero estaba prohibida como impura para los judíos. Sin embargo, se comió en la terrible hambre que hubo en el asedio de Samaria (2 R. 6:25).

El asno montés es muy indómito y rápido. Raras veces se puede domar. Es así un emblema adecuado del hombre en su estado natural (Jb. 11:12). Jehová le preguntó a Job: «¿Quién echó libre al asno montés, y quién soltó sus ataduras?» (Jb. 30:5; cp. Jer. 2:24; Dn. 5:21).


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