Es un trozo de tierra que se ha arado y se ha revuelto con el rastrillo, pero dejada sin sembrar para que recupere su fertilidad.
La ley de Moisés (Éx. 23:11) ordenaba que el israelita dejara su tierra en barbecho un año de cada siete, enseñando así que la tierra realmente pertenecía a Dios. Esto se hacia en el llamado año sabático (Os. 10:12). Sin embargo, en los últimos años del Antiguo Testamento esta práctica no era muy común (véase Lv. 26:33).