Es el nombre con el cual se designan desde muy antiguo las Sagradas Escrituras de la Iglesia Cristiana. Una exposición de su contenido y un estudio profundo de su texto y mensaje ocuparían mucho espacio, y precisamente todos los artículos de este diccionario iluminan un poco el texto de ese Libro por excelencia que es la Palabra de Dios.

(a) Nombre.

Biblia viene del griego a través del latín, y significa «Los Libros». La designación bíblica es de «la/s Escritura/s» y, en un lugar, «Las Santas Escrituras» (Ro. 1:2). La ausencia de adjetivo delante de la palabra Biblia revela que los que lo empleaban consideraban que estos escritos:

(A) Formaban por sí mismos un conjunto concreto y determinado y 

(B) que eran superiores a todas las otras obras literarias.

Estos escritos sin par son, pues, los libros por excelencia. La etimología del nombre Escritura, en singular como en plural, permite hacer la misma constatación, hecho tanto más notable cuanto que aparece frecuentemente en el NT con el sentido implícito del término griego Biblia (Mt. 21:42; Hch. 8:32). Por otra parte, el plural neutro de este último término tiene un sentido colectivo, marcando el importante hecho de que la Biblia no es meramente un libro, sino una gran cantidad de libros. Al mismo tiempo, el empleo en singular del término «Escritura» destaca el hecho de que la diversidad de redactores recubre una maravillosa unidad que revela una conducción inteligente, que no dejó de operar durante los más de mil años de su redacción.

Se cree que el primero en usar este término fue Juan Crisóstomo (347-407 d.C.). No se halla ese título en la Biblia misma, donde dichos escritos se llaman simplemente la Escritura o las Escrituras (Hch. 8:32; 2 Ti. 3:16). Sólo el Antiguo Testamento es aceptado por los judíos, quienes no incluían en su Canon los Libros Apócrifos (véase APÓCRIFOS) que figuran en las versiones católicas, y lo dividían en tres secciones: la «Ley», o sea el Pentateuco; los «Profetas», en que ponían algunos de los libros históricos, los profetas mayores (menos Daniel y Lamentaciones) y los doce profetas menores; y los «Escritos», donde colocaban todos los demás. Se atribuye a Esdras haber dado su forma final al Canon judío, con un total de 39 libros. Los 27 del Nuevo Testamento fueron escritos por los apóstoles o por autores íntimamente asociados con ellos.

Los nombres «Antiguo Testamento» y «Nuevo Testamento» se usan desde el final del siglo II, con el fin de distinguir entre las Escrituras cristianas y las judías. La mayor parte del Antiguo Testamento fue escrito en hebreo, pero algunas porciones pequeñas están en arameo (Esd. 4:8-7:18; 7:12-26; Jer. 10:11; Dn. 2:4-7:28). El Nuevo Testamento, con excepción de unas pocas palabras y oraciones que se escribieron en arameo, fue escrito en el griego común del mundo helénico. La Biblia protestante contiene 66 libros, 39 en el Antiguo Testamento y 27 en el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento católico-romano contiene 46 libros y adiciones a los libros de Ester y Daniel. Los protestantes aceptan solamente como canónicos los 39 libros del Antiguo Testamento de los judíos. Los libros adicionales se conocen entre los protestantes como «apócrifos». Formaban parte de la versión griega del Antiguo Testamento conocida como la Septuaginta o LXX, o también de los Setenta.

(b) Conservación y transmisión de texto.

A pesar de que fue escrita a través de un período de más de mil años, la Biblia ha llegado hasta nosotros en un admirable estado de preservación. El descubrimiento reciente de los rollos del mar Muerto, algunos de los cuales datan del segundo y tercer siglos a.C., corroboró la sorprendente exactitud del texto hebreo que poseemos hoy. En cuanto a la exactitud del Nuevo Testamento, existen 4.500 manuscritos griegos que datan desde 125 d.C. hasta la invención de la imprenta, versiones que se remontan en antigüedad al 150 d.C., y citas de porciones del Antiguo y del Nuevo Testamento de los Padres de la Iglesia desde las postrimerías del primer siglo.

Las divisiones por capítulos y versículos es relativamente moderna: se inició en el siglo XI, según se cree, por el erudito Lanfranco, y fue completada en su forma actual por R. Estienne, en 1551.

De todos los libros que la Humanidad ha conocido, ninguno ha ejercido tanta influencia como la Biblia. El primer libro editado en la imprenta fue la Biblia, marcando así el paso a la Era Moderna. Autores famosos han tomado de ella tema para realizar sus creaciones. Obras de teatro, grandes músicos y literatos, programas de cine y televisión tienen por tema la Biblia o en ella encuentran inspiración. Complejos movimientos filosóficos se basan en la Biblia, libro inmortal que ha enjugado las lágrimas del triste e iluminado la risa del alegre. Ella ha dado el material para las grandes catedrales de la Edad Media y ha sido la base de innumerables empresas misioneras alrededor del mundo.

Completa o en parte, ha sido traducida a más de mil idiomas, y provee la base doctrinal a centenares de iglesias en culturas y situaciones muy diversas.

(c) Traducciones de la Biblia.

Las traducciones de la Biblia comenzaron a aparecer desde muy temprano. La Septuaginta data del año 250 al 150 a.C.; el Nuevo Testamento fue traducido al latín y siríaco hacia el año 150 de nuestra Era.

La antiquísima versión al latín llamada «Vetus Latina» es anterior a S. Jerónimo y fue hecha cuando ya muchos no entendían el griego, que se había convertido en la lengua culta del imperio. Los estudiosos datan esta versión hacia los últimos años del siglo II o principios del III de nuestra Era. De esta versión se conservan algunos ejemplares o códices incompletos en diversas universidades, bibliotecas y museos.

«La Vulgata».

En el siglo IV el obispo de Roma, Dámaso, pidió a su consejero Jerónimo que hiciese una versión completa de la Biblia al latín vulgar. Jerónimo se marchó a Palestina, y allí, usando fragmentos latinos, hizo una traducción desde el hebreo y el griego, lenguas que conocía por haberlas estudiado a propósito; sin embargo, su revisión tiene muchos errores, aunque sea un verdadero monumento de erudición. La Iglesia Católica Romana hizo de la Vulgata el texto oficial y normativo para su uso, en el Concilio de Trento. Doctrina que aún no ha cambiado de manera oficial.

«La Biblia alemana».

Uno de los grandes acontecimientos en la historia de la traducción de la Biblia es la aparición de la versión alemana de Lutero. Todos los críticos están de acuerdo en afirmar que la influencia de esta traducción en el pueblo alemán, en sus costumbres y en su cultura es de importancia trascendental. Al traducir la Biblia al alemán, Lutero se convirtió en el padre del idioma alemán moderno, como también del movimiento que ha llevado a un estudio profundo de la Iglesia primitiva y a una purificación de la vida, liturgias, costumbres y disciplina de las iglesias cristianas.

«Versiones castellanas».

Alfonso X, rey de Castilla y León, interesado en las Escrituras, mandó que se tradujera la «Vulgata Latina» al castellano. La obra salió a la luz en 1280 y algunos la consideran la primera versión completa en idioma moderno. También podemos hablar de una Biblia judía que había sido hecha en cuatro versiones diferentes en el siglo XIV, siguiendo el canon judío; fue hecha para judíos y por judíos. En 1430 el judío español Moisés Arrajel tradujo el Antiguo Testamento, y en 1490 Juan López tradujo el Nuevo Testamento. En 1530 apareció la «Vita Cristi», que es una versión de los evangelios.

Casi todos los manuscritos conservados en la Biblioteca de El Escorial revelan que las versiones a «lengua romance» fueron numerosas, si bien parciales, y que salieron de las plumas de estudiosos que trabajaban con o para las comunidades hispano-judías, casi siempre. Pero en la época de los Reyes Católicos esta actividad desaparece casi totalmente ante las prohibiciones de las ediciones castellanas, por miedo a doctrinas no aprobadas.

Cuando llega la Reforma, España cierra sus puertas a toda idea que pueda parecer provenir de ella. Así vemos a un arzobispo de Toledo en la cárcel, condenado por ideas luteranas, y los reformadores españoles, que los había, tienen que escapar y los que permanecen son víctimas de la Inquisición.

La literatura de nuestro Siglo de Oro produjo las llamadas «Biblias del exilio», que si bien no figuran en las antologías oficiales, han sido, según el mismo don Marcelino Menéndez y Pelayo reconoce, de exquisito valor literario y, alguna, de «lo mejor de la prosa castellana».

En 1534, Juan de Valdés, reformador español, tradujo los salmos, los evangelios y las epístolas. En 1543, Francisco de Enzinas, también reformador, tradujo el Nuevo Testamento basado en la edición crítica del texto griego de Erasmo de Rotterdam. En 1553, un judío (Yom Tob Atias) publicó en Ferrara (Italia) una versión castellana del Antiguo Testamento para los judíos españoles expatriados. En 1557, Juan Pérez revisó el Nuevo Testamento de Enzinas y añadió una traducción suya de los salmos. En 1569, Casiodoro de Reina, evangélico español exiliado en Basilea, por primera vez en la historia sacó a la luz una versión castellana directamente del hebreo y del griego, con ayuda de las versiones latina y las parciales españolas. Cipriano de Valera la revisó y la publicó de nuevo en 1602. Esta obra ha sido revisada varias veces para adaptarla a las transformaciones del idioma, usándose en la actualidad las revisiones de 1909, 1960, 1977, 1995, RVR y 1998.

La Biblia se ha traducido a unas mil lenguas y dialectos. Las Sociedades Bíblicas Unidas, en colaboración con instituciones católico romanas, están preparando una versión «interconfesional» de las Escrituras Cristianas. Este proyecto ha encontrado mucha polémica porque se tiene la intención de incluir en él los libros apócrifos llamados por algunos deuterocanónicos. (Véase APÓCRIFOS). Las Iglesias Protestantes reconocen que estos libros contienen enseñanzas morales y religiosas y en algún caso pueden tener un valor altamente importante para la devoción personal, como otros libros antiguos y modernos salidos de la pluma de hombres religiosos, pero no los admiten como libros canónicos y por tanto no les dan la misma autoridad en materia de doctrina, moral o disciplina. Es importante hacer notar aquí que muchos doctores católicos de antes de la Reforma tampoco les dan la misma importancia a estos libros deuterocanónicos como a los demás libros que la Iglesia de Roma hoy admite dentro de su lista canónica. Las versiones católico romanas (Scio, Torres Amat, etc.) son traducciones de la versión latina llamada Vulgata.

La llamada «Biblia de Jerusalén», que es una traducción de una versión francesa, y la Biblia Nácar-Colunga, son los mejores esfuerzos por parte católica para poner en castellano la Palabra de Dios.

Los jesuitas españoles Juan Mateos y Luis Alonso Schôkel han publicado últimamente una nueva traducción de la Biblia basada en los métodos más actuales de las ciencias bíblicas. La traducción es bastante ágil, pero se separa bastante de los idiomas originales en algunos pasajes para poder ser «la Biblia de la nueva sensibilidad religiosa», como dicen sus traductores en la presentación.

En 1977 se publicó una nueva revisión de la antigua versión Reina-Valera, con acentuación de nombres propios según el hebreo, aclaración de las figuras en los libros poéticos, con referencia al original y cuidadosamente cotejada con los textos originales hebreo y griego, lo cual la hace la más fiel y a la vez la más actual de las traducciones existentes en nuestra lengua. En este importante trabajo intervinieron eruditos en lingüística y traducción bíblica de las distintas iglesias protestantes de España y de Hispanoamérica. El trabajo de revisión ha sido muy apreciado por su fidelidad a las lenguas originales y por la claridad que introduce en algunos pasajes de la Biblia clásica de lengua castellana. Esta revisión lleva el nombre de REVISIÓN '77. (Véanse MANUSCRITOS, VERSIONES (de la Biblia), QUMRÁN).


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