Los egipcios se rasuraban la cabeza, pero se dejaban crecer el cabello en señal de luto.
Los asirios lo usaban largo hasta los hombros.
Los israelitas varones se lo recortaban para no llevarlo muy largo (Nm. 6:5); pero las mujeres lo usaban bien largo (Cnt. 7:5; 1 Co. 11:15). Se prohibía a los sacerdotes rasurarse la cabeza (Lv. 21:5) y a todo israelita afeitarse el entrecejo por luto (Dt. 14:1). El leproso debía rasurarse el día de su purificación todo el cabello, así como la barba y las cejas (Lv 14:8, 9). La mujer cautiva escogida para esposa de un hebreo y los nazareos al terminar su voto tenían que rasurarse la cabeza (Dt. 21:12; Nm. 6:18).
La forma en que los creyentes llevan el cabello, hombres y mujeres, no es indiferente a Dios (1 Co. 11:14-16; 1 P. 3:3).