El cambio de los astros fue desde antiguo en los pueblos orientales el fundamento de la cronología o medición del tiempo.
En Israel se usaba, sobre todo, el año lunar (354 días = 12 meses de 29 o 30 días cada uno). Si se hubiera seguido el año lunar sin atención alguna al año solar, las fiestas, a lo largo de unos 40 años, hubieran recorrido del principio al fin todo el año. Para evitarlo se añadía, también en Israel, ocasionalmente un mes de compensación como se venía haciendo en Mesopotamia; el Antiguo Testamento no dice nada sobre esto. Algunos grupos judíos tenían otras divisiones del año: 1 año = 364 días = 52 semanas de 7 días cada una. Esta división mantenía consecuentemente la división semanal; las fiestas caían cada año en el mismo día de la semana. Pero como no se admitían días de compensación, las fiestas se movían a través del año lo mismo que en el calendario lunar, pero unas diez veces más despacio. Finalmente existió un sistema que dividía el año en 7 partes de 50 días cada una, a las que se añadían cada vez 16 días (cfr.: 50 días de Pascua a Pentecostés).
Como comienzo del año se mencionan primavera y otoño. Una cronología a partir de un punto determinado del tiempo es algo desconocido. Las sumas de años a lo largo de un período (por ejemplo 300 años en Jue. 11:26) son cálculos posteriores. En tiempo de los reyes se contaba según el tiempo de su reinado (1 R. 15:1, 25); después, a partir de un hecho importante (por ejemplo la cautividad: Ez. 1:2; 2 R. 25:27).
El año se dividía en 12 meses (sin contar los meses de compensación). El comienzo del mes se determinaba por la observación de la luna. Los nombres más antiguos de meses conocidos por las Sagradas Escrituras son:
Abib (mes de las espigas, Marzo/Abril; Éx. 14:4 y otros)
Ziv (mes de las flores, Abril/Mayo; 1 R. 6:1 y otros)
Etanim (mes de la cosecha, Septiembre/Octubre; 1 R. 8:2)
Bul (mes de las lluvias, Octubre/Noviembre; 1 R. 6:38)
Más tarde se contaban simplemente los meses, por ejemplo «el cuarto mes» (Ez. 1:1). Se unía la numeración con los antiguos nombres por medio de glosas, así por ejemplo en 1 R. 6:1 se habla del mes ziv, añadiendo «que es el 2º mes».
A partir de la cautividad, no antes, empezaron a usarse los nombres asirio-babilónicos de los meses:
Nisán (Marzo/Abril; Est. 3:7),
Iyyar (Abril/Mayo),
Siván (Mayo/Junio; Est. 8:9),
Tammuz (Junio/Julio),
Ab (Julio/Agosto),
Elul (Agosto/Septiembre; Neh. 6:15),
Tisri (Septiembre/Octubre),
Maresván (Octubre/Noviembre),
Kisleu (Noviembre/Diciembre; Neh. 1:1),
Tébet (Diciembre/Enero; Est. 2:16),
Sabat (Enero/Febrero; Zac. 1:7),
Adar (Febrero/Marzo; Est. 3:7).
Como mes de compensación se añadía o bien un segundo elul o un segundo adar. Estos nombres no fueron suprimidos cuando más tarde se introdujeron los nombres macedonios.
El ciclo de 7 días de la semana era independiente del curso del año y del mes. Su comienzo y su final no dependía del comienzo o final de un año o mes. La semana egipcia era de 10 días, y fueron precisamente los hebreos quienes introdujeron la semana de 7 días.
Los días de la semana no tenían nombre, se numeraban simplemente (cfr. Mt. 28:1), a excepción del sábado y, más tarde, del día anterior, llamado «día de preparación». El día se contaba de salida de sol a salida de sol (cfr. Gn. 1:5); más tarde, de puesta de sol a puesta de sol (de importancia para el cumplimiento de los preceptos sobre el sábado).
Cada séptimo año era año de reposo solemne para los terratenientes, los esclavos, los animales de carga y las tierras, y el año de libertad para los esclavos hebreos. Cada 50 años había un año de jubileo: las familias se reunían, se perdonaban las deudas y se devolvían las tierras a sus dueños originales (Lv. 25:8-17). El día judío comenzaba al atardecer con la salida de las primeras estrellas.