El Código Penal hebreo no conocía la cárcel como castigo legal, porque los israelitas no privaban a nadie de su libertad; pero se usaba como medida policíaca para mantener al transgresor a disposición de las autoridades.

Las cárceles eran conocidas en los pueblos vecinos. Las menciones de la cárcel se refieren precisamente a las cárceles egipcias (Gn. 39:21; 40:15; 41:14; Éx. 12:29), de las cuales hace mención también el historiador griego Herodoto.

Durante la peregrinación por el desierto son puestos temporalmente en prisión, en espera de sentencia, un blasfemador y un violador del sábado, que acaban siendo apedreados (Lv. 2:10-16; Nm. 15:34).

Sansón fue cargado de cadenas y puesto en la cárcel (Jue. 16:21).

En tiempos de la monarquía aparece el encarcelamiento por decisión regia, y los textos dan a entender que existía la cárcel permanente, en que los presidiarios eran puestos en cepos y mal alimentados (1 R. 22:26; 2 Cr. 16:10; 18:26). La agitadísima historia del profeta Jeremías incluyó también esta dura prueba y nos menciona la existencia de tales cárceles junto al Templo y cerca de la Puerta de Benjamín, para las que solían habilitarse cisternas secas (Jer. 20:2, 29:26; 32:2; 37:16; 38:6; cfr. Zac. 9:11; Is. 24:22). La palabra hebrea «bor» quiere decir precisamente «cisterna», y la cárcel es la «casa de la cisterna».

Isaías, en un pasaje profético, menciona las mazmorras como elemento primitivo del juicio de Dios (Is. 24:22). Después del destierro aparece como pena legislativa para los transgresores de la ley (Esd. 7:26).

En tiempos del Nuevo Testamento es castigo frecuente en la vida civil de Palestina por influjo de la legislación romana (Mt. 11:2; Lc. 7:18), y los apóstoles (especialmente Pablo) conocen la cárcel por Cristo y por el Evangelio y en ella dan testimonio de su fe (Hch. 4:3; 5:18; 12:6; 16:24; 26:29; 28:30). En la cárcel Pablo conoce a un esclavo fugitivo de su dueño y le convierte al evangelio, haciéndole su hijo espiritual y enviándolo de nuevo a su casa ya libre (Filemón). Cristo manda a los suyos que visiten y socorran a los encarcelados (Mt. 25:36).


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