La casa «no» era destinada a vivir en ella (ser habitada), sino a ofrecer solamente refugio contra el sol abrasador y la lluvia y a ser el lugar de dormir, cuando no se dormía al raso en el tejado/azotea. La casa, casi siempre de un piso, constaba de «un solo» espacio amplio, construido con piedras y adobes (la madera era un material de importación muy caro). El revoque y el suelo eran ordinariamente de barro; en vez de ventanas había unos pocos calados (sin cristal). Las casas con varias habitaciones eran raras; cuando esto sucedía las habitaciones daban todas a un patio, lo mismo que los establos y los almacenes. En este patio se hallaban los hornos y las cisternas.

En la era helenístico-romana se construyó un tipo de casa que podía tener una sala en el piso superior (cfr. Gn. 7:1).

Las comunidades domésticas, a las que ante todo pertenecían los que vivían en la casa (incluidos los esclavos), fueron de especial importancia en el primitivo cristianismo (Hch. 11:14; 16:15; 1 Co. 1:16; Col. 4:15).

Las asambleas de la comunidad tenían lugar entonces en las casas (Hch. 2:46). Toda la comunidad es «edificio de Dios» (1 Co. 3:9; cfr. 1 Ti. 3:15); los cristianos son «domésticos/familiares de Dios» (Ef. 2:19).

Las instrucciones a los cristianos sobre los diversos estados de vida (por ejemplo Col. 3:18-25) llámanse deberes domésticos.


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