En el Antiguo Testamento la voz hebrea traducida ya «estaca», ya «clavo», se refiere generalmente a las estacas clavadas en el suelo que servían para asegurar las tiendas, o estacas embutidas firmemente en las paredes de un edificio (Jue. 4:21; Éx. 27:19; Ez. 15:3). También implica fijeza y firme apoyo (Is. 22:23; Zac. 10:4).
Otra voz hebrea designa los clavos de oro del Templo (2 Cr. 3:9; Jer. 10:4).
Los soldados clavaron las manos y quizá también los pies de Jesús en la cruz (cfr. Sal. 22:16).