(no existe la palabra hebrea correspondiente).
El codiciar los bienes ajenos es condenado en el Decálogo (Éx. 20:17; Dt. 5:21) y combatido por los profetas (Jer. 22:17).
La codicia consume la vida (Pr. 1:19). Los bienes no garantizan ninguna seguridad (Lc. 12:15) y, en cambio, comportan preocupación; su deseo se vuelve insaciable; la avaricia es miope; el culto a las riquezas llega a convertirse en una religión de compensación y por ello es idolatría (Col. 3:5).
El Nuevo Testamento enseña a los cristianos a negarse a sí mismos, no poner su confianza en las riquezas y a seguir el ejemplo de Cristo (Mt. 16:24; Ro. 6:11).