(gr. «koinonía», de «koinos»: común a varias personas).

Relación dentro de la cual dos partes tienen alguna cosa en común, asociación. Los creyentes tienen comunión con el Padre y con el Hijo (1 Jn. 1:3), con el Espíritu Santo (2 Co. 13:13), y unos con otros (1 Jn. 1:7). Por ello deben andar en la luz, practicar la verdad dejarse así purificar de todo pecado (1 Jn. 1:6-7).

El mismo Dios nos llama a esta comunión de Su Hijo (1 Co. 1:9), basada en la comunión con el sacrificio de Su cuerpo y de Su sangre (1 Co. 10:16), yendo también hasta la comunión de Sus sufrimientos (Fil. 3:10; 1 P. 4:13).

Estando así unidos al Señor, los primitivos cristianos perseveraban en la comunión fraternal, poseyéndolo todo en común, hasta el punto de ser todos de un corazón y de un alma..., e incluso una sola bolsa (Hch. 2:42, 44-45; 4:32). Pablo puede exhortar de manera semejante a los filipenses: «si hay... alguna comunión del Espíritu», a tener un mismo amor, una misma alma, y un solo y mismo pensamiento (Fil. 2:1-2).

Así, la «koinonía» no es solamente «espiritual», sino que se extiende al dominio de lo más práctico. De hecho, el mismo término griego significa también «ofrenda» (Ro. 15:26), «ayuda» («participar»), «libertad» (2 Co. 9:4; 9:13; He. 13:16). Aparte de esto último, la comunión no sería más que una entelequia teórica y carente de significado. El adjetivo «koinonos» significa también «socio» (Lc. 5:10; 2 Co. 8:23; Flm. 17). Los socios participan en una empresa y/o en unos bienes comunes. De ahí la utilización del término «koinonos» en las siguientes expresiones:

la parte que tenéis en el evangelio (Fil. 5:1);

participantes de la gloria (1 P. 5:1);

participantes de la naturaleza divina (2 P. 1:4).

Hasta ahí llega en efecto nuestra asociación con Jesucristo. Ello, evidentemente, excluye cualquier asociación con el enemigo: «¿Qué comunión (tiene) la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?» (2 Co. 6:14-15). Pablo le decía a Filemón: «... que la participación de tu fe sea eficaz en el conocimiento de todo el bien que está en vosotros por Cristo Jesús» (Flm. 6). ¡Que así sea con nosotros!


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