Acto por el que una persona o un objeto son separados para el servicio y el culto del Señor.
Todos los primogénitos de los hombres y de los animales eran así consagrados a Dios (Éx. 13:2).
La raza entera de Abraham debía venir a ser un «reino de sacerdotes, y gente santa» (Éx. 19:5-6; 1 P. 2:9); debido a la caída de Israel en la idolatría tras el becerro de oro, solamente la tribu de Leví y la casa de Aarón heredaron el sacerdocio (Éx. 32:29, etc.). Así fue como en un sentido inmediato los levitas fueron sacados de entre el resto de Israel para el servicio del santuario (Nm. 3:12).
Esta consagración podía también afectar igualmente,
a las personas (1 S. 1:11; 7:1),
los diezmos y las primicias (Lv. 19:24; 27:30, 32),
al botín tomado en batalla (Jos. 6:19),
a las ofrendas dadas voluntariamente al Señor (1 Cr. 29:2-5; 2 Cr. 31:6).