El cordero es símbolo de sumisión humilde, y cuando se seleccionaba para sacrificio tenía que ser sin tacha: un tipo muy adecuado del Señor Jesús, el Cordero de Dios. Él, el Humilde y Santo «como cordero fue llevado al matadero», y fue proclamado por Juan como «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»; y nuevamente como «el Cordero de Dios», como objeto de la contemplación del alma (Jn. 1:29, 36). En la visión celestial de Juan, el Señor Jesús es visto como un Cordero «como inmolado», a quien se da adoración universal.

El carácter especial que va con el título de Cordero en Apocalipsis es el de sufrimiento, Aquel que fue rechazado en la tierra, aunque visto en medio del trono en el cielo. Aquel que sufrió es vindicado allí, y finalmente posee a Su esposa, la nueva Jerusalén, donde se establece el trono de Dios y del Cordero. Él siempre llevará el carácter del Elegido de Dios, «que quita el pecado del mundo» sobre la base del sacrificio de Sí mismo (Ap. 5:6-13; 6:1, 16; 7:9-17; 12:11; 14:1-10; 15:3; 17:14; 19:7, 9; 21:9-27; 22:1, 3).

En todos los pasajes de Apocalipsis el término usado es «arnion», el diminutivo de «arnos», «un cordero», que significa «un cordero joven». Es la misma palabra que la usada por el Señor dirigiéndose a Pedro en Jn. 21:15: «Apacienta mis corderos», aplicada a los discípulos jóvenes del Señor.


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