Un devoto centurión de Cesarea (Hch. 10).
Era «temeroso de Dios», o sea, era un prosélito del judaísmo, celoso y caritativo. Sin embargo, no era salvo por sus buenas obras (Hch. 11:14).
Dios le habló mediante una visión, e hizo llamar a Pedro, creyendo en el Señor por su predicación; recibió el Espíritu Santo, junto con los amigos que estaban con él, y fue bautizado.
El descenso del Espíritu Santo sobre Cornelio es de inmensa importancia para la iglesia primitiva, por cuanto marcó la entrada de los gentiles en su seno (los samaritanos de Hch. 8 eran medio judíos). En lo sucesivo el Espíritu era dado a todos aquellos que, fuera cual fuera su origen, oyeran con fe las buenas nuevas del Señor Jesucristo. Pero precisa a este respecto que Cornelio y sus amigos, en el momento de su conversión fueron bautizados con el Espíritu Santo como los discípulos en Pentecostés (Hch. 11:15-17); esto es, que, según 1 Co. 12:13,, fueron por ello unidos al cuerpo de Cristo, borrándose toda distinción anterior de raza, religión y situación social.