Este nombre se aplica generalmente a los siete que fueron elegidos para supervisar la distribución de los fondos de la iglesia en Hch. 6:3; pero allí no se les llama diáconos; aunque el nombre pueda serles aplicado no puede quedar restringido a aquel servicio.
El término se aplica a cualquier servicio no especificado.
La palabra griega es mucho más frecuentemente traducida «siervo» y «ministro» que «diácono». Se refiere dos veces a Cristo (Ro. 15:8; Gá. 2:17), también a Pablo y a otros (Col. 1:7, 23, 25), a magistrados (Ro. 13:4) e incluso a los emisarios de Satanás (2 Co. 11:15).
La Epístola a los Filipenses fue dirigida a los santos y a los «obispos y diáconos», o supervisores y siervos. En 1 Ti. 3:8-13 se dan las calificaciones morales del diácono o ministro, pero no se especifica cuál fuera su obra; es evidente que llevaban a cabo sus funciones de una forma oficial.
El servicio de un diácono no debe ser confundido con un «don».
Febe era diaconisa de la asamblea de Cencrea (Ro. 16:1).