Pablo la redactó estando preso (Ef. 3:1; 4:1; 6:20), probablemente en Roma, el año 62 de nuestra era. Unos pocos comentaristas sitúan la redacción de esta epístola en la época del cautiverio en Cesarea (Hch. 24:27), pero en este caso no cuadraría que el apóstol escribiera en la misma época a los filipenses (Fil. 2:23-24) y a Filemón (Flm. 22) que esperaba ser dejado pronto en libertad. Esta esperanza no se hubiera dado en Cesarea, donde había apelado a César. Por otra parte, tenía una libertad suficiente para predicar el Evangelio (Hch. 28:30; Ef. 6:19-20; Col. 4:3-4), y el pretorio, así como la casa de César de que habla, se hallan evidentemente en Roma (Fil. 1:13; 4:22). Finalmente, la frase «soy embajador» (Ef. 6:20) puede sugerir su presencia en la capital imperial.
(a) DESTINATARIOS.
La epístola está dirigida «a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso». Algunos mss. muy antiguos omiten la palabra «en Éfeso», p. ej., los dos principales del NT, el Códice Sinaítico y el Códice Vaticano, así como el papiro de Chester Beatty, de inicios del siglo III, el ms. más antiguo que se posee de las epístolas de Pablo. ¿Quiénes eran entonces los verdaderos destinatarios de la epístola? La explicación más plausible es que se trata de una carta circular enviada a todas las iglesias de la Provincia de Asia; Éfeso era la principal ciudad, quedando así su nombre en ella. La ausencia de alusiones a una situación concreta y a dificultades locales parece confirmar esta opinión. Se trata, en suma, de un tratado de doctrina y de moral, bajo la forma de epístola.
(b) COMPARACIÓN con la epístola a los Colosenses.
Al igual que la carta a los Colosenses, la remitida a los Efesios fue enviada por medio de Tíquico (Ef. 6:21; Col. 4:7-8). La analogía de lenguaje y de pensamiento revela que las dos epístolas fueron redactadas en la misma época. Compárese, p. ej.:
Ef. 1:1, 2 con Col. 1:1, 2
Ef. 1:3, 20; 2:6; 3:10; 6:12 con Col. 1:5; 3:1-3
Ef. 1:6, 7 con Col. 1:13-14
Ef. 1:9; 3:9; 6:19 con Col. 1:26; 2:2; 4:3
Ef. 1:10 con Col. 1:10, 25.
Ef. 1:11 con Col. 1:12
Ef. 1:17 con Col. 1:10
Ef. 1:19, 20 con Col. 2:12
Ef. 1:20 con Col. 3:1
Ef. 1:22 con Col. 1:18
Ef. 1:23 con Col. 2:9
Ef. 4:22-24 con Col. 3:8-10
Ef. 4:32 con Col. 3:13
Este paralelismo llega a tal punto que, según Lewis, de los 155 versículos de Efesios, se hallan 78, con más o menos modificaciones («International Standart Bible Encyclopaedia», p. 959). Es evidente que el apóstol redactó estas dos epístolas bajo la presión de las mismas circunstancias. La epístola a los Efesios parece haber sido escrita inmediatamente después de la de Colosenses, siendo de mayor alcance que la anterior.
(c) AUTENTICIDAD.
La autenticidad y paternidad paulina de esta epístola queda abundantemente constatada por pruebas internas y externas.
Clemente de Roma, Ignacio, Policarpo, Hermas, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Ireneo e Hipólito dan testimonio de que había sido reconocida y utilizada ya muy tempranamente de una manera constante. Incluso se puede afirmar que es indudablemente la carta más citada de los escritores de los primeros siglos. Figura en la lista de Marción y en el fragmento de Muratori (170 d.C.).
Las pruebas internas son igualmente decisivas. El autor menciona dos veces su nombre (Ef. 1:1; 3:1). La distribución de los temas es paulino, empezando por la doctrina (Ef. 1-3) y acabando por la temática práctica, fruto de la doctrina (Ef. 4-6). La forma de expresarse es totalmente de Pablo. Es esta epístola la que marca la cumbre de la enseñanza del apóstol.
(d) TEMA.
El tema principal de la epístola a los Colosenses es la preeminencia de la persona y de la obra de Cristo; el de Efesios, los privilegios y responsabilidad de la Iglesia, que reúne «en Cristo» a todos los redimidos del Nuevo Testamento.
La epístola a los Efesios resume, por así decirlo, toda la anterior enseñanza de Pablo; desarrolla el maravilloso plan que Dios ha puesto en marcha al enviar a su Hijo, la liberación de sus elegidos, la redención que debe manifestar al universo entero las riquezas de su gracia. Exponiendo la salvación por la fe, el llamamiento a los gentiles, la divinidad de Jesús, su obra perfectamente consumada, la santificación, la plenitud y la victoria concedidas a los santos, la epístola a los Efesios constituye un completo tratado teológico.
El capítulo 1 expone la obra divina consumada en favor de la Iglesia, constituida según los designios eternos del soberano Dios (Ef. 1:3-6); la obra de Cristo llevó a cabo estos designios (Ef. 1:7-12), que han quedado confirmados mediante el sello del Espíritu Santo (Ef. 1:13, 14). Pablo ora para que los efesios puedan comprender cuál es la grandiosa esperanza que ilumina la vocación cristiana, de la cual el Salvador resucitado y glorificado es a la vez las primicias y la garantía (Ef. 1:15-23).
El capítulo 2 presenta el lado humano de la experiencia de la salvación: una gracia inmerecida libera a los elegidos del pecado y de la condenación (Ef. 2:1-10). Unidos por Cristo, judíos y gentiles forman un templo espiritual (Ef. 2:11-22).
En el capitulo 3 el apóstol afirma su propia posición en el seno de la Iglesia: él es el revelador del misterio divino (Ef. 3:1-13); ora a fin de que los convertidos lleguen a conocer por la fe lo que Dios les ha preparado, y sean llenados por el Espíritu en toda su plenitud (Ef. 3:14-21).
Los capítulos 4 a 6 son una exhortación a caminar en todas las circunstancias de la vida presente de una manera digna de su sublime llamamiento. Para empezar se debe conservar la unidad del Espíritu (Ef. 4:1-3) sobre una base séptuple claramente definida (Ef. 4:6); esta unidad comporta la diversidad de los dones y de los ministerios, así como la coordinación y el crecimiento conjunto de todos los miembros del cuerpo de Cristo (Ef. 4:7-16). Pablo aborda a continuación el tema de la santificación práctica en el dominio de las acciones, de las palabras y de los sentimientos, sobre el plan positivo y negativo,
en la vida personal (Ef. 4:17-5:19),
comunitaria (Ef. 4:19-21),
conyugal (Ef. 4:22-33),
familiar (Ef. 6:1-4) y
social (Ef. 6:5-9).
Finalmente el apóstol muestra que la lucha contra el enemigo conduce a la victoria gracias a toda la armadura de Dios, a la Palabra y a la oración (Ef. 6:10-24).
Se debe señalar la enseñanza extraordinariamente precisa de esta epístola acerca del Espíritu Santo:
Él sella a aquel que cree en Cristo (Ef. 1:13-14);
Él es quien alumbra acerca de la maravillosa salvación de Dios (Ef. 1:17-19);
Él mora en el templo constituido por la Iglesia (Ef. 2:22),
así como en el cuerpo del creyente individual, a quien fortalece y llena más allá de toda medida (Ef. 3:16-21; 1 Co. 6:19); no hay más que un Espíritu, el cual forma y mantiene la verdadera unidad (Ef. 4:3-4); todo pecado le contrista (Ef. 4:30) y debe ser confesado y perdonado (1 Jn. 1:7-9); la voluntad formal de Dios es que el Espíritu nos llene día a día: ello es posible mediante la fe y la obediencia (Ef. 5:18; 3:16, 19; Jn. 7:37-39).
Antes de escribir la epístola a los Efesios, Pablo había visto nacer en el mundo una comunidad espiritual nueva, hecha de razas diversas. Había enseñado que esta comunidad, la Iglesia, es el cuerpo de Cristo, y había insistido acerca de la importancia de la armonía entre sus miembros (Ro. 12:4-8; 1 Co. 12:12-30; Col. 1:18; 2:19). Escribiendo ahora a las iglesias de la provincia de Asia, cuyos miembros, de las razas más diversas, estaban elaborando teorías que tendían a atribuir a Cristo un lugar sólo secundario, el apóstol proclama la preeminencia de Cristo, cabeza suprema de la Iglesia (Ef. 1:22, 23), «de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor» (Ef. 4:16; cp. Ef. 2:11-22). Esta posición central del Señor queda más magníficamente expresada mediante la constante repetición de las expresiones «en Cristo», «en Él» (26 veces), y «en el Señor» (5 veces). Como lo dice en otro lugar el apóstol Pablo: «Vosotros estáis completos en él» (Col. 2:10).
La epístola de Pablo a los Romanos, dirigida del oriente a los cristianos de occidente, indica, de una manera completa, el camino de la salvación. La epístola a los Efesios, enviada de occidente a los cristianos de oriente, expone perfectamente todo el plan eterno de Dios.