Del término griego «eklogê». Se usa:

(a) del Señor Jesús: «He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido («bachir»), en quien mi alma tiene contentamiento» (Is. 42:1; 1 P. 2:6). Fue predestinado para ser propiciación por la fe en Su sangre (Ro. 3:25; 1 P. 1:20);

(b) de Ciro, que fue llamado por Dios para que fuera su «pastor» e hiciera su voluntad, diciendo a Jerusalén: «Serás edificada; y al templo: Serás fundado» (Is. 44:28; 45:1-4). Fue Ciro quien liberó a los cautivos para que pudieran ir a Jerusalén y reconstruyeran el templo (Esd. 1:2, 3);

(c) cuando Jacob y Esaú nacieron, Jacob fue elegido para bendición, y sus descendientes como la única nación elegida por Dios para Su especial favor (Ro. 9:11-13; Am. 3:2);

(d) cuando Dios vuelva a restaurar a Israel en su bendición será un remanente el que será elegido, al que llama sus «escogidos» (Is. 65:9, 15, 22; Mt. 24:22, 24, 31; Ro. 11:8);

(e) de los ángeles elegidos (1 Ti. 5:21);

(f) de la elección de personas para vida eterna (Ro. 8:29, 30, 33; 11:5, 7; Col. 3:12; 1 Ts. 1:4; 2 Ti. 2:10; Tit. 1:1; 1 P. 1:2; 5:13; 2 P. 1:10; 2 Jn. 1, 13).

La razón de que muchos creyentes tienen dificultades en cuanto a la doctrina de la elección para vida eterna es debido a que no acaban de ver el verdadero significado de la caída del hombre, y de su condición totalmente perdida. Si no fuera por la elección y por la gracia irresistible que la acompaña, nadie sería salvo. Cristo murió por todos, y a todos se proclama el evangelio (Ro. 3:22; He. 2:9). Sin embargo, los designios de la carne son enemistad contra Dios (Ro. 8:7), y nadie respondería (Lc. 14:18). Nadie puede ir al Señor Jesús si el Padre no lo atrae hacia él (Jn. 6:44). Creen los ordenados para vida eterna (Hch. 13:48). Toda la gloria de la salvación pertenece a Dios.

Sin embargo, tiene que quedar claro que el hecho de la elección de muchos a vida eterna no significa que otros han sido destinados por Dios a la perdición. Esto no se enseña en las Escrituras. Dios desea que «todos» los hombres se salven (1 Ti. 2:4). Su elección asegura que «muchos» lo serán. Se ha utilizado mucho el pasaje de Ro. 9:22-23 para defender la teoría de la doble predestinación. Sin embargo, se pasa por alto que el verbo «preparados» en el versículo 22 está en el original en la voz media, lo que quiere decir que los vasos de ira se prepararon a sí mismos para destrucción. Es a los vasos de misericordia que Él ha preparado de antemano para gloria.

Por lo que respecta a Ro. 9:18, «de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece», tampoco puede tomarse este versículo como apoyando la idea de una doble predestinación. En efecto, aquí se trata, por una parte, de la gracia electiva soberana de Dios hacia unos (p. ej., el caso extremo de Saulo de Tarso, ilustrativo de todos los demás); por otra parte, los que son endurecidos no son endurecidos «para» perdición, sino «en» perdición. Quedan endurecidos judicialmente en una actitud de rebelión ya asumida personalmente.

Finalmente, un pasaje que a primera vista podría ser usado para apoyar la idea de una doble elección es el de Jacob y Esaú: «A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí» (Ro. 9:13; cp. Mal. 1:2-3). Aquí, a primera vista, parece que se está afirmando que antes de que nacieran, Dios ya amaba a Jacob y aborrecía a Esaú. Sin embargo, aunque lo primero es ciertamente el caso, no es lo que aquí se está tratando. Aquí se da esta afirmación como corolario final a la cadena que muestra la elección en gracia de Jacob. La afirmación «a Esaú aborrecí» no se conecta con «no habían aún nacido» (Ro. 9:11), sino que es el desarrollo histórico a que llevó la elección de Jacob y la respuesta de odio de Esaú ante una pérdida de bendición en la que él había tenido una responsabilidad directa, por su menosprecio de la primogenitura. Incluso los hay que consideran que no se refiere a Esaú de manera personal, sino a sus descendientes, después que sus acciones nacionales hubieran quedado patentes (cp. Abd. 10; Ez. 35). (Véase PREDESTINACIÓN).

Bibliografía:

Para un examen teológico más profundo, se recomienda a los estudiosos la consulta de las siguientes obras:

Chafer, L. S.: «Teología Sistemática» (Publicaciones Españolas, Dalton, Georgia, 1974), tomo I, PP. 981-1.022;

Sperry Chafer, L. y Walvoord, J. F.: «Grandes Temas Bíblicos» (Portavoz Evangélico, Barcelona, 1976), PP. 265-270;

Lacueva, F.: «Doctrinas de la Gracia» (Clíe, Terrassa, 1975), Pp. 55-68;

Ryrie, C.C.: «Síntesis de doctrina bíblica» (Portavoz Evangélico, Barcelona, 1979), PP. 127-131.


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