= «Jehová es mi Dios».
1. Uno de los mayores profetas. Apellidado «el Tisbita», de Galaad; según la LXX esta última mención precisaba que no era originario de otro Tisbe más conocido, que se hallaba en Galilea. (Véase TISBI).
Llevaba una vestimenta de pelo de camello ceñida con un cinto de cuero (2 R. 1:8).
Cuando Acab, bajo la influencia de Jezabel, su esposa tiria, se convirtió en un adorador del Baal de Tiro, Elías apareció repentinamente en escena. Se presentó delante del pervertido soberano, y le anunció una sequía de duración indeterminada, como castigo por la apostasía. Siguió una época de hambre. Elías se retiró al principio al arroyo de Querit, donde le alimentaron los cuervos enviados por el Señor. (Véase CUERVO). Cuando el arroyo de Querit se secó, Elías fue a Sarepta, en la costa mediterránea, al norte de Tiro. Allí vivía una viuda que puso su confianza en Dios, y que compartió su última comida con Elías. Entonces intervino Dios. La tinaja de harina y la vasija de aceite no se acabaron mientras duró la época de hambre. El hijo de la viuda murió; entonces la oración del profeta lo volvió a la vida (1 R. 17:1-24; Lc. 4:24-26). Pasado mucho tiempo, al tercer año (1 R. 18:1; Lc. 4:25; Stg. 5:17). Elías recibió de Jehová la orden de presentarse ante Acab. Siguió la escena del monte Carmelo. Los sacerdotes paganos intentaron demostrar la divinidad de Baal, pero todos sus esfuerzos fueron vanos. Elías congregó al pueblo alrededor del altar que los israelitas piadosos del norte habían indudablemente levantado a Jehová, ya que debido al cisma de las 10 tribus ya no podían ir a Jerusalén. Este altar había sido derruido. Al reconstruirlo con 12 piedras, Elías dio silencioso testimonio de que el cisma de las 12 tribus en 2 reinos era contrario a la voluntad de Dios. Para evidenciar la imposibilidad de todo fraude, ordenó al pueblo que arrojara agua sobre el holocausto y sobre el altar. A continuación oró al Señor, y cayó fuego del cielo, consumiendo el holocausto sobre el altar y el mismo altar. Así el Señor manifestó Su existencia y poder. Los profetas de Baal, convictos de fraude, fueron llevados al arroyo de Cisón; Elías ordenó el degüello de todos ellos (1 R. 18:1-40; cp. Dt. 17:2-5; 13:13-16). El pueblo reconoció que Jehová es Dios, y obedeció la orden de su profeta. Aparecieron nubes, anunciando la lluvia y el retorno del favor divino. El profeta, para honrar al soberano del pueblo elegido de Dios, se ciñó y corrió delante del carro de Acab hasta llegar a Jezreel (1 R. 18:41-46). Jezabel, furiosa por la muerte de sus profetas, juró matar a Elías, que, atemorizado, huyó. Como Moisés, fue divinamente sustentado por 40 días y 40 noches, hasta llegar al monte Horeb (Éx. 24:18; 34; Dt. 9:9, 18; 1 R. 19:8). Con una tremenda exhibición de poder y de suavidad, Elías fue reprendido y después devuelto a su misión. Dios le ordenó que ungiera a Hazael rey de Siria, y a Jehú rey de Israel, para que castigaran la idolatría de Israel. También iba a ungir a Eliseo como profeta en su lugar, para anunciar el juicio. Elías arrojó su manto sobre Eliseo, y le dio la misión de llevar a cabo el resto de su misión (1 R. 19:1-21).
Jezabel había hecho matar a Nabot con la complicidad de los magistrados, a fin de conseguir su viña para Acab. Elías se le presentó en el mismo terreno arrebatado para darle a conocer el castigo que el Señor iba a mandarle (1 R. 21:1-29). La muerte de Acab en la batalla de Ramot de Galaad fue el inicio del castigo pronunciado por Elías contra la casa real (1 R. 22:1-40). Ocozías, hijo y sucesor de Acab, se hirió al caer de una ventana; envió entonces a mensajeros a que consultaran a Baal-zebub, ídolo de Ecrón, para saber si sanaría. Elías detuvo a los mensajeros y los envió al rey con su mensaje. El rey mandó a dos capitanes de cincuenta para detener a Elías, y él hizo bajar fuego del cielo, que los consumió. Al final, un tercer capitán se presentó ante Elías suplicándole que respetara su vida; Elías fue con él a ver a Ocozías (2 R. 1:1-16).
Al profeta Elías se le dio el privilegio de ser traspasado al cielo sin pasar por la muerte. Un carro de fuego tirado por caballos de fuego se le apareció a Elías, que había ido al otro lado del Jordán con su siervo Eliseo. Este prodigio les separó, y Elías subió al cielo en un torbellino (2 R. 2:1-12) Este acontecimiento tuvo lugar, según parece, poco antes de la accesión de Joram al trono de Israel (2 R. 2; cp. 2 R. 1:18 y 3:1). Eliseo había redactado un vehemente documento contra Joram de Judá, que compartía el trono con Josafat y que se había casado con una hija de Acab. El profeta le amenazaba con el castigo divino, provocado no solamente por los pecados que había cometido en vida de Josafat, sino también por los crímenes que perpetró a continuación de su muerte (2 Cr. 21:12-15; cp. vv. 4 y 13). Si Elías fue ascendido al cielo durante el reinado de Josafat, entonces predijo, en vida de este rey, la conducta futura de Joram de Judá, como lo hizo con Hazael y Jehú (1 R. 19:15-17). Se da otra explicación, que es que el relato de la ascensión de Elías se habría insertado en 2 R. 2 para dar fin a la historia de su actividad pública, y que Elías hubiera estado todavía en este mundo cuando el encuentro de Eliseo, al sur de Judá, con el ejército de Josafat y cuando Joram subió al trono. Sin embargo, esta explicación no cuadra nada con 2 R. 3:11, y se debe aceptar que la denuncia de Elías era una predicción.
Los dos últimos versículos del AT anuncian que Dios enviará a Elías antes de la venida del día grande y terrible del Señor (Mal. 4:5-6). En el NT Juan el Bautista vino «en el espíritu y poder de Elías», humilde y lleno de celo como el tisbita (Mt. 3:4; Mr. 1:6), y encargado de un ministerio semejante al suyo (Mt. 11:1-14; 17:10-12; Lc. 1:17). Aquí se debe hacer notar lo siguiente:
(A) Juan el Bautista declaró él mismo que él no era Elías (Jn. 1:21)
(B) el Señor Jesús, si bien dijo que «Elías ya vino» en cierta manera en el carácter de Juan el Bautista, añadió también que «Elías a la verdad vendrá primero y restaurará todas las cosas» (Mr. 9:11-13).
Parece, por ello, que esta bien claro que, como sucede con frecuencia, tenemos aquí dos cumplimientos sucesivos de la profecía de Mal. 4:5, 6, el primero parcial, en la primera venida de Cristo, el otro total en su segunda venida. La «restauración de todas las cosas» significa la instauración del glorioso reinado del Mesías (Hch. 3:20, 21). En cuanto al «día de Jehová, grande y terrible», este es evidentemente todavía futuro. Es el día de la manifestación y dominio total del Señor, en que ejecutará sus juicios y establecerá su dominio. Numerosos comentaristas opinan que Elías podría ser (¿junto con Enoc?) uno de los dos testigos de Ap. 11:3-11. Sobre el monte de la Transfiguración, Elías, representando a los profetas del AT, apareció para honrar a Jesús. Su ascensión y la de Enoc (Gn. 5:24) prefiguran, indudablemente, la ascensión del Salvador resucitado. Los milagros que marcan el ministerio de Elías pertenecen al segundo de los 4 períodos de milagros que presenta la historia de la redención. Este segundo período es el de la lucha a ultranza entre la religión de Jehová y el culto a Baal. El mantenimiento de la fe de los padres o la apostasía era el tema crucial de esta batalla que tuvo lugar en el Israel norteño. Las cuestiones referentes a otras observancias religiosas palidecían frente a este hecho capital. (Véase MILAGRO).
2. Benjamita, hijo de Jeroham, residía en Jerusalén (1 Cr. 8:27).
3. Sacerdote hijo de Harim, se había casado con una mujer gentil (Esd. 10:21).
4. Israelita de entre los que Esdras convenció a despedir a sus mujeres extranjeras (Esd. 10:19, 26).