«Dios es salvación» (la forma castellana se deriva del griego «Elisaios» de Lc. 4:27, no del hebreo «Elicha»).
Sucesor del profeta Elías en el reino del norte. Hijo de Safat; vivía en Abel-Mehola, en el valle del Jordán, y pertenecía a una familia de buena posición económica; eran propietarios de 12 pares de bueyes que laboraban en sus campos. Dios lo designó como sucesor de Elías que, al encontrarlo tras el arado, echó sobre él su manto (1 R. 19:16, 19). Eliseo comprendió el significado de este gesto simbólico. Volviendo a los suyos, ofreció un sacrificio y dio a su gente un festín de despedida, y después siguió a Elías y le sirvió (1 R. 19:19-21). Elías, antes de ser arrebatado, cruzó el Jordán, y Eliseo rehusó separarse de él. Elías le dijo que pidiera lo que quisiera. Entonces Eliseo tuvo la sabiduría de solicitar una doble porción de la sabiduría de Elías. Vio cómo el carro de fuego arrebataba a su amo; tomó el manto que Elías había dejado caer, y con él golpeó el Jordán, el cual se abrió. Eliseo atravesó el río, y pasó a la ribera occidental (2 R. 2:1-18). Una serie de hechos sobrenaturales marca la carrera de su ministerio: milagros de conocimiento, o milagros de poder, todos ellos cumplidos expresamente en nombre del Señor. En la historia de la redención, forma parte del segundo grupo de milagros. (Véase MILAGROS). Los milagros de Eliseo tuvieron lugar en una época en que la religión de Jehová estaba enfrentada de una manera total contra el culto a Baal. De la misma manera que los milagros de Elías, los de Eliseo tenían el propósito de manifestar la autoridad del profeta y de presentar al Dios viviente. Este poder sobrenatural de Eliseo era de tal manera que podía usarlo libremente; de la misma manera que Cristo lo empleó frecuentemente en sencillos actos de misericordia.
En nombre del Señor:
sanó con sal las aguas de la fuente de Jericó (2 R. 2:19-22).
Unos muchachos que se burlaban de la persona del profeta del eterno recibieron una maldición de Eliseo en nombre del Señor. Dos osos descuartizaron a 42 de estos jóvenes (2 R. 2:23-25).
Predijo el éxito de la expedición en contra de Moab (2 R. 3:11-27);
multiplicó el aceite de una viuda (2 R. 4:1-7);
anunció el nacimiento de un hijo a una sunamita; cuando este hijo murió, la oración de Eliseo lo reclamó a la vida (2 R. 4:8-37).
Él indicó un antídoto contra la planta venenosa que estaba en el alimento de los profetas (2 R. 4:38-41).
Durante una hambre, el profeta alimentó a 100 hombres con 20 panes de cebada y algunas espigas nuevas (2 R. 4:42-44).
Ordenó a Naamán que se bañara en el Jordán para sanarse de la lepra (2 R. 5:1-19), y
anunció a Gizei que esta lepra se quedaría pegada siempre a él debido a su codicia (2 R. 5:20-27).
Hizo flotar a la superficie del Jordán el hierro de un hacha que había caído al río (2 R. 6:1-7), y
reveló al rey de Israel los movimientos e intenciones de sus enemigos, los sirios (2 R. 6:8-12).
En respuesta a la oración de Eliseo, el Señor abrió los ojos de su siervo para que viera los carros y caballos de fuego que los protegían (2 R. 6:13-17).
Eliseo hirió de ceguera a los hombres que el rey de Siria había enviado para que lo detuvieran (2 R. 6:18-23).
Declaró, antes de que se lo dijera nadie, que un emisario del rey de Israel estaba a la puerta para quitarle la vida (2 R. 6:32, 33).
Durante el hambre del cerco de Samaria, predijo que al día siguiente los víveres serían abundantes y baratos, añadiendo que el oficial incrédulo, que se burló de esta profecía, lo vería pero no lo disfrutaría. Una multitud aplastó a este oficial, que murió ante la puerta de Samaria (2 R. 7).
Eliseo hizo saber que Ben-adad, rey de Siria, moriría (2 R. 8:7-15).
Anunció la destrucción de Acab y de toda su casa; envió a un joven profeta a que ungiera a Jehú, que debería ejecutar el juicio predicho (2 R. 9:1-10:28).
Eliseo reveló por adelantado que habría 3 victorias sobre los sirios (2 R. 13:14-19).
Finalmente, un cadáver que había sido arrojado apresuradamente en la tumba de Eliseo volvió a la vida al tocar los huesos de Eliseo (2 R. 13:20, 21).
Todo este poder milagroso no impidió a este gran servidor de Dios que un día «quedara Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió» (2 R. 13:14). Por cuanto el creyente debe un día abandonar este mundo, bien puede que llegue a tener una enfermedad de la que no cure. Será muy distinto para los que vivan en el día del arrebatamiento de la iglesia. (Véase ARREBATAMIENTO). Entonces, tanto creyentes vivos como los muertos, que resucitarán, recibirán «la adopción, la redención de nuestro cuerpo» en una maravillosa transformación (Ro. 8:23) por el poder de la vida que está en Cristo.