Persona poseída y dominada por un demonio (Mt. 4:24). Algunas veces el espíritu producía enfermedades ordinarias. El muchacho que tenía un espíritu sordomudo sufría accesos como de epilepsia (Mr. 9:14-29). De aquí la opinión de que la posesión demoníaca era sólo una hipótesis judaica para explicar las enfermedades y sus efectos. Dicho punto de vista no toma en cuenta que los demonios:
hablaban y sabían más que los hombres (Mr. 1:23-24);
reconocían su propia individualidad (Mt. 8:31);
que Jesús reconoce su existencia e instruye a sus discípulos acerca de ellos (Mr. 9:29);
que los discípulos informaron que los demonios se les sujetaban (Lc. 10:17-20).
Aun el hombre que se encontraba degradado y debilitado por su pecado era presa del demonio (1 S. 16:14, 15).
Para los hebreos antiguos toda enfermedad era consecuencia del pecado, mientras que para los griegos todo pecador era un enfermo. (Véase ENFERMEDAD, EXORCISTA, DEMONIO, MILAGRO).