Se llaman indistintamente La Escritura y Las Escrituras, refiriéndose a las revelaciones divinas consignadas por escrito en distintas épocas y en conjunto, formando una fuente autorizada de fe para el pueblo de Dios.

Al principio se asocian con la ley (Éx. 34; Dt. 5). Moisés escribió «El libro de Alianza» (Dt. 31: Éx. 24). Desde que la ley o «torá», la primera y más sagrada parte del canon, quedó fijada, se emplea la frase «como está escrito» (2 Cr. 30:5, 18; Neh. 8:15). Jesús y Pablo emplean la misma formula al referirse al Antiguo Testamento (Mt. 4:4; Ro. 1:17).

Los escritores del Nuevo Testamento, siguiendo la costumbre de los rabinos, hablan indistintamente de «La Escritura» y «Las Escrituras» (Mr. 12:10; Jn. 7:28; Lc. 24:27; 1 P. 2:6) Pedro habla de las epístolas de Pablo como «Escrituras». Bernabé y Clemente citan palabras de Jesús como «Escritura». A partir de Ireneo (siglo II) los Padres designan el Antiguo y Nuevo Testamento en su totalidad como las Santas Escrituras.


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