Esta palabra se encuentra en un solo pasaje de la Biblia (Hch. 19:19). Se refiere probablemente a un salón de conferencias de un profesor de retórica y filosofía.
Entre los antiguos israelitas no existían escuelas en el sentido moderno. Mas no faltaban medios de instrucción, la cual empezaba en el hogar (Gn. 18:19; Dt. 6:7). Los levitas hacían recorridos para instruir a los mayores en la ley (Lv. 10:11; 2 Cr. 17:7-10).
La historia nacional se narraba en las grandes fiestas (Dt. 31:10-13; 32:1-43).
La juventud sabía leer y escribir (Jue. 8:14; Is. 10:19).
En el período grecorromano se establecieron escuelas primarias anexas a las sinagogas.
En tiempo de Gamaliel (maestro de S. Pablo), la asistencia era obligatoria desde los seis años de edad.
Los escribas daban conferencias públicas sobre la ley en las salas anexas al Templo y en las sinagogas de cada pueblo.
La enseñanza era gratuita, porque los «pahir» o maestros se ganaban la vida en otros trabajos; así, Gamaliel, el maestro de Pablo, era también tejedor de tiendas.
La enseñanza era oral y, como se comprenderá, la memoria era muy importante. Nada se sabe de las escuelas primarias y secundarias del pueblo de Israel antes de la cautividad de Babilonia. Cuando el pueblo judío cayó en la idolatría y fue sojuzgado por los pueblos vecinos, la instrucción decayó notablemente.
Conforme al Talmud, un muchacho hebreo comenzaba a estudiar las Escrituras en casa a los cinco años (2 Ti. 3:15), era enviado a la escuela a los seis; a los diez empezaba el estudio de la doctrina tradicional, la cual no se escribió hasta después del tiempo de Cristo. Jesús fue visto con desprecio porque no había estudiado en las escuelas rabínicas. (Véanse MAESTRO, SINAGOGA).