(gr. «Aithiopia», «quemado por el sol»).

País que los hebreos denominaban Kûsh (Cus), es citado frecuentemente en relación con Egipto (Sal. 68:31, 32; Is. 20:3-5; Ez. 30:4, 5; Dn. 11:43; Nah. 3:9), y en ocasiones con Libia o con los libios (2 Cr. 16:8; Éx. 30:5; 38:5; Dn. 11:43; Nah. 3:9).

Es un país del África oriental, al sur de Asuán, en el extremo meridional de Egipto (Éx. 29:10). Se trataba, así, de la cuenca superior del Nilo, el Sudán, la Nubia con Kordofán, y el norte de Abisinia, país esencialmente desértico, aunque fértil en algunos lugares.

Los ríos de Etiopía (Is. 18:1; Sal. 3:10), eran probablemente el Nilo Blanco y el Nilo Azul, el Atbara y el Takkaze.

Según Jb. 28:19, eran célebres los topacios de Etiopía; sus habitantes, de elevada estatura (Is. 45:14), de color, indudablemente negros (Jer. 13:23), dedicados al comercio, vendiendo los productos de su país a los extranjeros (Is. 45:14), y enriqueciéndose con este tráfico (Is. 43:3).

El rey Asa venció a los etíopes que, bajo las órdenes de Zera, habían invadido Judá (2 Cr. 14:9-14; 16:8).

Una dinastía etíope, la XXV, se estableció en Egipto. Isaías (Is. 20:1-6) y Sofonías (Sof. 2:12) profetizaron contra Etiopía, en tanto que el salmista predijo que «Etiopía se apresurará a extender sus manos a Dios» (Sal. 68:31; cp. 87:4). Esta profecía, que evidentemente se proyecta hacia el Milenio tuvo un primer cumplimiento en la conversión del eunuco etíope (Hch. 8:26-40) y en la temprana evangelización de Etiopía y Abisinia.


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