(gr. «evangelistës», «mensajero de buenas nuevas»).

Se hallan incluidos entre los dones del Señor ascendido (Ef. 4:11).

En el NT el único que recibe este nombre es Felipe (Hch. 21:8), aunque es indudable que había muchos más que lo eran. Pablo dijo: «¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!» Él era el apóstol al que le había sido dada una comisión especial, la de proclamar a Jesús como el Hijo de Dios, entre los gentiles. Timoteo fue exhortado a que hiciera la obra de evangelista, aun cuando tenía otros dones (2 Ti. 4:5). Aunque había y hay un don especial dado a algunos para que proclamen el evangelio, leemos de otros que ayudaban a esparcir las buenas nuevas, como cuando hubo persecución en Jerusalén; «todos» fueron esparcidos excepto los apóstoles, y fueron por todas partes anunciando las buenas nuevas de la palabra (Hch. 8:4).

Los cuatro Evangelistas es un término frecuentemente utilizado para designar a los escritores de los cuatro evangelios. En obras de arte son frecuentemente simbolizados con los cuatro querubines de Apocalipsis (Ap. 4:6 ss, cp. Ez. 1:5 ss.).

Ireneo ya simbolizó los Evangelios, según su carácter, de la siguiente forma:

Mateo como hombre;

Marcos como león;

Lucas como buey;

Juan como águila.


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