Es uno de los atributos de Dios que más frecuentemente se destaca en las Escrituras (Dt. 7:9; 32:4; Neh. 9:33; Sal. 25:10; 36:5; 89:2-3; Is. 11:5, etc.).
El fiel Dios es digno de nuestra fe y confianza, guarda las promesas y el pacto, cumpliendo su palabra, pero también sus amenazas. Es inmutable (Sal. 90:1-2; 102:26-28). Es fiel y justo para perdonarnos en nombre de Cristo, por su obra cumplida (1 Jn. 1:9).
La fidelidad debería ser también la característica del creyente.
Es un aspecto del fruto del Espíritu (Gá. 5:22-23).
Es por excelencia la cualidad que Dios demanda de nosotros, los dispensadores de sus misterios (1 Co. 4:1-2). Si Somos fieles en lo pequeño, se nos confiará lo grande (Lc. 16:10-12).
Es con la ayuda de Dios que el creyente podrá ser fiel hasta la muerte (Ap. 2:10) y por ella hay promesa de un rico galardón (Mt. 24:45-46).