(hebreo, «señal», «recuerdo»).
Interpretando literalmente Éx. 13:9, 16; Dt. 6:8; 11:18, se escribían en tiras de pergamino algunos preceptos de la ley; estos preceptos se encerraban en cajitas que eran atadas al brazo izquierdo o a la frente con filacterias o lazos. Jesús criticó que los fariseos hicieran las filacterias llamativamente anchas (Mt. 23:5). Mucha gente piadosa de su tiempo llevaba las filacterias no sólo para la oración, sino durante todo el día.
La palabra «filacterias» (Mt. 23:5) deriva de la palabra griega «filakterion» («medio de protección»), aunque dicha idea no se halla en la palabra hebrea «totafat» que, traducida literalmente, quiere decir señal, recuerdo, memoria.
Las filacterias aparecen por la época intertestamentaria, cuando el pueblo judío necesitaba una buena dosis de defensa frente a las ideologías sincretizantes de aquel período.
En la época tardía llegaron a convertirse en una especie de amuletos contra toda clase de amenazas y por ello Cristo echa en cara a los fariseos el hecho de que «ensanchen tanto sus filacterias» (Mt. 23:5), o sea, que extreman la celebración externa de los actos de piedad.