Esta carta se dirigía a la iglesia más antigua de Europa, y la redactó el apóstol Pablo desde su cautiverio (Fil. 1:7, 13, 14, 17).

Pablo se halla bajo la vigilancia de la guardia pretoriana (Fil. 1:13); transmite los saludos de los santos pertenecientes a la casa del César (Fil. 4:22).

En la localidad en la que está Pablo hay numerosos cristianos que propagan la nueva fe (Fil. 1:14-18). Estas alusiones, y el tono de toda la epístola, hacen ver que el apóstol escribía durante su primer encarcelamiento en Roma (véase PABLO). La fecha más probable es hacia el final de este período, el año 61 o 62. Son diversos los hechos que parecen confirmarlo:

(a) El apóstol ha estado ya viviendo un cierto tiempo en el lugar desde donde escribe, Roma con toda seguridad (Fil. 1:12 ss),

(b) Está esperando su liberación (Fil. 1:25; 2:23, 24),

(c) Los filipenses le habían enviado un don (Fil. 4:10) por medio de Epafrodito (Fil. 2:25) que había caído enfermo en Roma (Fil. 4:10). Los filipenses habían llegado a conocer esto y se habían inquietado por él (Fil. 2:26). Así, hacía ya tiempo que Pablo había llegado a la capital.

La carta había sido escrita como acuse de recibo del don de los filipenses. El apóstol había ya aceptado muchas veces la liberalidad de ellos, en contra de su costumbre (Fil. 4:15). Aprovecha esta ocasión para dar noticias suyas a los filipenses y para ponerlos en guardia contra los errores.

Esta epístola constituye el mensaje de un pastor a su grey; a diferencia de otros casos, esta epístola no tenía como motivo una crisis en el seno de la iglesia. Abundante en enseñanzas espirituales, arroja mucha luz sobre la situación y el estado de ánimo de Pablo en Roma. Epafrodito estaba ya restablecido e iba a ser el portador de la carta a Filipos (Fil. 2:25, 30).

(a) Contenido:

(A) Introducción (Fil. 1:1, 2).

(B) Pablo agradece a los filipenses, asegurándoles de su afecto, de sus oraciones para el avance de ellos en la santificación (Fil. 1:3-11). Afirma que su encarcelamiento contribuye al progreso del Evangelio; se goza en que Cristo sea predicado, a pesar de la oposición que tiene que sufrir; desearía mejor partir para estar con Cristo, pero sabe que será preservado, para serles aún más útil; los exhorta a que permanezcan en la fe (Fil. 1:12-30).

(C) Apelación a la unión espiritual, basada en la abnegación y en el amor, en seguimiento del ejemplo de Cristo, que debería incitarles a llevar a cabo su servicio hasta el fin (Fil. 2:1-18).

(D) Pablo espera poder enviarles a Timoteo, y dirigirse él mismo a Filipos; mientras tanto, delega a Epafrodito (Fil. 2:19-30).

(E) Exhortación a seguir gozosamente la peregrinación terrestre, en sometimiento a Cristo, sin perder de vista el galardón celestial, según el ejemplo del apóstol. Pone a los filipenses en guardia frente a los judaizantes (Fil. 3).

(F) Recomendaciones finales a ciertas personas y a toda la iglesia. El tema es el gozo, la serenidad de ánimo, la santidad (Fil. 4:1-9).

(G) Última alusión al gozo que le había venido por el don y el afecto de los filipenses. Últimos saludos (Fil. 4:10-23).

(b) Autenticidad y unidad.

Esta epístola es indiscutiblemente de Pablo; el contenido, tono, estilo, los detalles personales, dan testimonio de ello. Hay además numerosos testimonios externos. Clemente de Roma (90 d.C.) conocía la epístola e Ignacio (110 d.C.) la cita. Por el brusco cambio de tono a partir de Fil. 3:2, ha habido sugerencias de que este pasaje hubiera podido formar parte de otra carta de Pablo. Sin embargo, la epístola no pretende ser una exposición didáctica. Las transiciones bruscas y las introducciones de temas nuevos se hallan corrientemente en las cartas de carácter personal, como lo es ésta. (Véase EPÍSTOLAS.)

(c) Mensaje espiritual.

Es de gran riqueza, y tan sólo se pueden mencionar aquí dos temas particularmente relevantes.

(A) Uno de ellos es el del gozo (Fil. 1:5). Puede gozarse en medio de todas las circunstancias (Fil. 1:18), y se goza en el gozo de los demás (Fil. 1:25). Su gozo perfecto es ver el amor y la unidad de los creyentes (Fil. 2:2). La misma perspectiva del martirio le lleva a gozarse y a pedir a los filipenses que se gocen y regocijen con él (Fil. 2:17, 18). El siervo de Dios tiene un gozo y una corona permanentes: las almas de aquellos a los que ha llevado a la salvación (Fil. 4:1). Pablo no puede dejar de insistir en ello: «Otra vez digo: ¡Regocijaos!» (Fil. 3:1; 4:4).

(B) El otro tema es el de «lo mejor» que debemos discernir (Fil. 1:10). ¿Qué es lo mejor? El testimonio fiel rendido a Cristo en la cárcel es mejor que la misma libertad en sí (Fil. 1:12-14). La muerte es más excelente que la vida, por cuanto «es estar con Cristo» (Fil. 1:21-23). Seguir al Señor en Su anonadamiento es el camino de la mayor gloria (Fil. 2:5-11). Todo lo que es bueno desde el punto de vista de los valores meramente humanos viene a ser como basura en comparación con «la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús» (Fil. 3:4-8). La humillación, la escasez, la angustia, la abundancia, no son nada; lo excelente es estar satisfecho y fortalecido en Cristo (Fil. 3:11-14). Dios mismo, nuestra plenitud, suplirá a todas nuestras necesidades conforme a sus riquezas en Cristo Jesús (Fil. 3:19).


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