En la Biblia se menciona solamente una vez la filosofía (Col. 2:8) y entonces tiene un sentido peyorativo:
«Mirad que ninguno os engañe por filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo y no según Cristo.».
Una sola vez también aparece el nombre «filósofos» en relación con la predicación de Pablo en el Areópago (Hch. 17:18):
«y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: qué quiere decir este palabrero...».
Como se ve claramente, cuando Pablo alude a la sabiduría de los griegos, que no buscan la salvación en el escándalo de la cruz (1 Co. 1:22-25), tenía presente todos esos sistemas provenientes de las más variadas escuelas del pensamiento griego que se conocen con el nombre de filosofía.
Pablo no se presenta como un oscurantista ni como enemigo de una elaboración sistemática del Mensaje cristiano, ni mucho menos como defensor de la ignorancia. Él argumentaba bien, y en bastantes lugares da pruebas de que conocía la cultura de su tiempo a fondo y que era familiar con las diversas corrientes de pensamiento. Pero alerta a sus fieles para hacerles comprender que solamente en la cruz de Cristo está el verdadero conocimiento y la salvación para el cristiano.
Pasajes hay en las Escrituras donde los autores sagrados tienen que refutar doctrinas filosóficas equivocadas en su tiempo y el racionalismo de algunos de los oponentes del cristianismo (Lc. 20:27-40), y así, indirectamente, se refiere a la filosofía.
Bien pronto el cristianismo naciente hubo de enfrentarse con falsos maestros que querían introducir erróneos conceptos filosóficos en el Mensaje cristiano, y es contra una mentalidad tal que se enfrentan los escritos de S. Juan y del apóstol Pedro (1 Jn. 4:2-3). Aquella larguísima cadena de eones de que hablarán años más tarde los gnósticos, ya tenían su ambiente propicio cuando Pablo hubo de prevenir a los colosenses (Col. 2:8) para que prestasen atención a la historia de Cristo y no a las vanas lucubraciones sin fundamento bíblico.
Algunas escuelas de pensamiento posteriores al cristianismo primitivo, como la Escolástica, han contribuido bastante al oscurecimiento del Mensaje cristiano, ya que durante siglos se reemplazó la lectura de la Biblia por la predicación de doctrinas filosóficas, y en ciertos períodos de la Edad Media se consideraba más importante lo que decían Platón o Aristóteles, usando la Escritura como un mero texto de prueba para las más peregrinas y paganas afirmaciones. Esto sucedía en la comunión católico-romana.
Hay algunos rabinos y escritores judíos que afirman que Pitágoras, Sócrates y Platón se habrían inspirado en el Pentateuco; y hasta Josefo cree que los filósofos griegos han tomado algunas de sus concepciones de Moisés en lo acertado que tienen sobre Dios. Pero no se ha podido comprobar si realmente ha existido este influjo y, en este caso, hasta qué punto llegó. (Véase GRECIA.)