El apóstol Pablo, al exponer en su Epístola a los Gálatas la temática de la libertad del cristiano, y la naturaleza de su nueva vida, usa la expresión «fruto del Espíritu» (en singular) en contraposición a «las obras de la carne» (Gá. 5:16-25).

Para el apóstol «el fruto del Espíritu es...», aplicando así el principio de que el árbol bueno produce buen fruto. El Espíritu Santo es la energía personal en el cristiano que activa su nueva vida por la que puede producir el fruto multiforme de Gá. 5:22, 23, «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza». Este fruto pone de manifiesto la abundancia de la sana que pone el Espíritu de Dios en la vida regenerada. La fe, que arraiga firmemente la nueva planta en el terreno abonado y sembrado por la Palabra, permite que la vida la anime (Fil. 1:11; Ef. 5:9; Col. 1:10; Stg. 3:18).


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