Todas las naciones que no eran de la raza israelita (Is. 49:6; Ro. 2:14; 3:29).
Los judíos eran el pueblo escogido de Dios; su elevada religión contrastaba de manera acusada con los falsos cultos de los gentiles. Había rigurosas leyes para impedir la corrupción de las costumbres y de la verdadera religión, penando la promiscuidad con los idólatras. Ello indujo a los judíos a menospreciar a los gentiles, y a ser injustos con ellos.
Dios había escogido a Israel para que fuera «luz de los gentiles» (Is. 49:1-6); tenía también promesas para ellos (Is. 2:2-4; Am. 9:12; Zac. 9:7).
Pedro, instruido por la visión en Jope, cruzó la barrera que separaba a los israelitas de los paganos, visitó a Cornelio el gentil, comiendo con él, lo que escandalizó mucho incluso a los judíos cristianos (Hch. 10:28; 11:3).
Cuando Pablo, desde la escalera de la torre Antonia, declaró que Dios le había dado la comisión de predicar a los gentiles, los judíos congregados en el patio del templo exigieron su muerte con gran clamor (Hch. 22:21, 22).
Las iglesias primitivas estaban formadas principalmente por gentiles.
El primer concilio de Jerusalén rechazó la imposición de la carga de las ordenanzas mosaicas a los cristianos provenientes de los gentiles (Hch. 15:1-29). (Véase EXTRANJERO).