Hay casi una docena de palabras hebreas que se traducen así, y significan cualquier autoridad, delegado, virrey, etc., que estaba puesto sobre el pueblo. Así:
José, el primer ministro de Egipto, llevaba el título de gobernador (Gn. 42:6; 45:26), traducido por Reina-Valera como «señor».
Nabucodonosor dejó a Gedalías como gobernador de la vencida Judea (Jer. 40:5; 41:2 ss.).
Con el imperio persa, se establecieron gobernadores judíos sobre Jerusalén: tanto Zorobabel como Nehemías y otros eran funcionarios del rey de Persia (Neh. 5:14, 18; Hag. 1:14).
En el NT tenemos:
(a) «ethnarches», etnarca, traducido «gobernador» (2 Co. 11:32);
(b) «hëgemõn», «gobernador»,
Pilato (Mt. 27:2, etc.);
Félix (Hch. 23:24, etc.);
Festo (Hch. 26:30), y
en general, de gobernadores (Mt. 10:18; Mr. 13:9; 1 P. 2:14, etc.);
(c) «kosmokratõr», se traduce de potencias espirituales, «gobernadores» (Ef. 6:12)
Los gobernadores (lat. «praeses» procuradores) constituían la autoridad romana en territorios teóricamente soberanos en los que gobernaba un monarca aliado de Roma pero en sometimiento a un protectorado.
En Judea tenían su sede oficial en Cesarea pero durante fiestas importantes en Jerusalén, se desplazaban allí con una fuerte guarnición, y tomaban su residencia en el palacio de Herodes el Grande. En ocasiones pasaban el invierno allí (Ant. 18:3, 1).
Para otras autoridades, véanse ASIARCA, PROCÓNSUL, etc.