(a) Hijo de Semaías, rubenita (1 Cr. 5:4).
(b) Gog es un nombre simbólico del poderoso y soberbio caudillo de las vastas hordas de Escitia y Tartaria. Magog fue el hijo de Jafet (Gn. 10:2), cuyos descendientes se esparcieron por las inmensas estepas del norte, dando su nombre a la tierra. Estas hordas, provenientes del norte, «como nublado para cubrir la tierra» (Ez. 38:9), atacarán Israel en la tierra de Palestina, pero serán aplastadas por Dios (Ez. 38:18-23; 39:1, 6, 11).
En Apocalipsis (Ap. 20:8) se vuelve a mencionar a Gog y a Magog atacando Jerusalén, «el campamento de los santos y la ciudad amada».
Muchos no aceptan la identificación del Gog de Ezequiel con el de Apocalipsis, estableciendo que en Ezequiel, Gog es visto actuando antes del Milenio, en tanto que en Apocalipsis, Gog actúa después. Otra razón que se da en contra de la identificación del Gog de Ezequiel con el de Apocalipsis es que en Ezequiel, Gog es visto viniendo «de los confines del norte» (Ez. 38:6), en tanto que en Apocalipsis, Gog y Magog son identificados con «las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra» (Ap. 20:8). Sin embargo, ambos pasajes se pueden conciliar sin dificultades:
(A) Además de la mención «confines del norte» en Ez. 38:6, se afirma la coligación de Gog con «Persia (al este), Cus (Etiopía, al sur), y Fut (Libia, al este)» (Ez. 38:5). Así, concuerda con Ap. 20:8: «los cuatro ángulos de la tierra».
(B) Ez. 38:8 no puede ser conciliado con la época de la Tribulación. Se dan dos alternativas: o bien se trata de un período de transición entre la Tribulación y el Milenio, o bien se trata de Israel morando en la época del Milenio. Una tercera posibilidad, y la más armónica con la característica de la profecía bíblica, es que haya un doble cumplimiento, antes de la época del Milenio, y un cumplimiento total al término del Milenio.
La destrucción definitiva de Gog y Magog dará paso final a la instauración del estado eterno, previo el Juicio del Gran Trono Blanco (Ap. 20-22). Allí, la justicia ya no sufrirá, como ahora, ni reinará, como en el Milenio (véase), sino que, una vez destruida toda oposición, morará.
Bibliografía:
A. T. Pearson: «Ezequiel», The Wycliffe Bible Commentary (Moody Press, Chicago, 1962);
R. H. Alexander: «Ezequiel» (Pub. Portavoz Evangélico, Barcelona, 1979), PP. 123-134.