El pequeño y famoso país del sudeste de Europa, Javán para los hebreos, aparece en la Tabla de Naciones (Gn. 10:2, 4; cp. 1 Cr. 1:5, 7). Mencionado asimismo en Is. 66:19. (Véase JAVÁN.)
Su límite norte no ha quedado nunca exactamente determinado, pero se puede hacer pasar por la cadena del Olimpo.
Al sur, el límite era el Mediterráneo, al este el Egeo, al oeste el Jónico y el Adriático.
Comprende también el archipiélago de la Hélade, y, antiguamente, la zona costera occidental de la actual Turquía.
En la época en que el Mediterráneo era el gran vehículo de la civilización, Grecia gozó, gracias a su situación, de privilegios singulares.
La verdadera historia de Grecia comienza con sus primeros documentos, desde la primera Olimpiada, en el año 776 a.C. Antes, durante el período conocido como heroico, la historia está tan mezclada con las leyendas que es difícil desentrañar entre hechos y mitos. Sin embargo, parece cierto que los griegos descendían de cuatro tribus. Afirmaban tener un antepasado común, Heleno.
En el seno de estas tribus, los eolios y los aqueos jugaron un gran papel durante la era heroica. En ocasiones, Homero aplica el nombre de aqueos a todos los griegos. Las otras dos tribus, los dorios y los jonios, ascendieron en importancia en la época histórica; los atenienses descendían de los jonios; los espartanos, de los dorios. Así, la época heroica, señalada por la expedición de los Argonautas, la guerra de Troya, etc., acaba con una época de transición, y a su fin, después de una serie de invasiones, hallamos a los dorios en el Peloponeso, a los eolios en el centro del país, a los jonios en Esparta.
(a) CIUDADES:
Las ciudades se organizaban de manera independiente e incluso de manera sumamente contrapuesta. Se puede seguir brevemente el desarrollo histórico de Grecia hasta Alejandro Magno con el hilo conductor de las siguientes ciudades: Atenas, Esparta, Corinto y ciudades de Jonia.
Atenas.
Tras la destrucción de Micenas, hubo una emigración de micenos a Atenas, que aportaron sus artes y conocimientos a un esplendoroso desarrollo de la ciudad. Una rebelión llevó en el año 700 a.C. al final de la monarquía en la ciudad, que vino a ser gobernada por un consejo de nobles. Estos oprimieron a los campesinos bajo un régimen feudal. Esta situación abocó a un gran malestar social y, en el año 564 a.C., un noble llamado Solón propuso una reforma agraria. Ésta fue rechazada, y el estallido se hizo inevitable. Tras una revolución, se impuso un poderoso guerrero, Pisístrato, en el año 560 a.C., como Tirano. Este desterró a los nobles, e implantó la reforma agraria. Vino un esplendoroso desarrollo de las artes y de las letras, llegando Atenas a ser el centro cultural de Grecia. A la muerte de Pisístrato hubo un cierto periodo de turbulencia. Su sucesor, Cleístenes, destruyó totalmente el poder de los nobles que se habían vuelto a levantar y estableció un régimen de gobierno que condujo gradualmente a una especie de democracia popular. Las cuestiones de legislación y de gobierno se dirimían en una asamblea popular, participando en ésta todos los ciudadanos mayores de 20 años. Se debe tener en cuenta que no eran ciudadanos ni los esclavos ni las mujeres, y desde luego tampoco los extranjeros. Esta asamblea popular era asesorada por un Consejo de los Quinientos, que era elegido por suertes entre todos los ciudadanos, no por elección. En este régimen de gobierno es donde se destacaron personajes como Pericles y Demóstenes, grandes y elocuentes oradores. En Atenas privaba el sentido civil de la vida.
Esparta.
Esparta presentaba un acusado contraste con Atenas. Era un estado totalitario y guerrero, donde el individuo sólo vivía en función del estado. Toda la cultura y organización se centraba en afianzar el dominio sobre los pueblos sometidos como esclavos, mediante la creación de una fiera casta de soldados que fueran imbatibles. Su sentido de la vida era militar, no civil. Sus contribuciones a la literatura, arte o arquitectura fueron mínimas.
Corinto.
Corinto, por su parte, estaba gobernada por dictadores que debían mantener el apoyo de sus ciudadanos. Notable entre ellos fue Periandro.
Jonia.
Jonia, las costas de Asia Menor, era la base de diversas ciudades fundadas por los griegos, como Éfeso, Mileto, Pérgamo, etc. De esta manera, se puede decir que el mar Egeo, cerrado al norte por el Helesponto y al sur por la isla de Creta, era el mar del mundo griego.
Las ciudades griegas siguieron así un desarrollo separado e independiente hasta la crisis del año 550 a.C. Creso de Lidia fue entonces derrotado por Ciro de Persia. En el año 500 a.C., hubo una rebelión de las ciudades griegas de Jonia contra Darío Histaspes, apoyadas por fuerzas provenientes del territorio europeo. Persia hizo una campaña de castigo victoriosa, destruyendo Mileto. Entonces emprendió Darío una campaña contra la Grecia propia. En el año 490 a.C. hubo una expedición naval en el mar Egeo. Entonces lograron los atenienses una gran victoria en Maratón sobre el ejército persa que había desembarcado y avanzado hacia el interior del territorio griego. Con un ataque por sorpresa, el general Miltíades consiguió imponerse a un ejército persa muy superior. Esto llevó a la reacción del imperio persa bajo el sucesor de Darío, Jerjes (el Asuero del libro de Ester), que invadía Grecia y derrotaba a los griegos en las Termópilas en el año 480 a.C. Temístocles, con una astuta maniobra de sus ligeras naves, destruyó el poderío naval persa en la batalla de Salamis. En el año 479 quedaba definitivamente alejada la amenaza persa con la victoria griega de Plataea.
De esta manera, la confederación griega bajo Atenas (Liga Delia) había conseguido la liberación de Jonia, y la seguridad de la zona. Sin embargo, cuando algunas ciudades quisieron desligarse de una confederación hecha con fines provisionales, se encontraron con un poderío ateniense no dispuesto a perder su hegemonía. Frente a este intento de formación de un Imperio Ateniense se formó la Liga Espartana, empezando una serie de luchas intestinas, llamada la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), que finalizó con la derrota de Atenas, el intento de Esparta a su vez de lograr la hegemonía, y la derrota de Esparta en Naxos (376 a.C.). Una situación que desembocó en una postración que llevó al final a la conquista de Grecia por parte de Filipo II de Macedonia, a pesar de los esfuerzos de Demóstenes, y que culminó en el año 338 a.C., tras la batalla de Cheronea. Su hijo Alejandro Magno se lanzaría a la conquista del Imperio Persa. (Véase ALEJANDRO.)
Tras la división del imperio de Alejandro y de la gradual pérdida de poderío de Grecia, diversas circunstancias político-militares llevaron a los romanos a la conquista de Grecia, incorporada al Imperio desde el año 146 a.C. con el nombre de Acaya.
(b) HISTORIA POSTERIOR.
Incorporada en el año 146 a.C. al Imperio Romano, Grecia vino a formar parte del Imperio de Oriente, o Imperio Bizantino, durante la Edad Media. Los cruzados se posesionaron de ella en el siglo XIII. En el siglo XIV fue conquistada por los turcos, bajo cuyo yugo estuvo hasta la sublevación de 1821. Después de duras batallas se logró la independencia, con la ayuda de Francia, Inglaterra y Rusia, que destruyeron el poderío turco en la batalla naval de Navarín (1827). La independencia griega fue formalmente reconocida en la Conferencia de Londres (1830). Con los Tratados de Bucarest de 1919-1920 adquirió territorios en la misma Asia Menor, de la que fue expulsada por la revolución nacionalista turca (1922) iniciada en 1920 por Mustafá Kemal «Ataturk». Agredida por Italia en 1940, presentó una eficaz resistencia, que se derrumbó ante la intervención de las tropas alemanas en 1941. Liberada en 1944 de los alemanes, cayó en una guerra civil entre partisanos comunistas y tropas realistas. Después de varias incidencias es, desde 1974, una república.
(c) RELIGIÓN EN GRECIA
Fue durante las edades oscuras que los griegos desarrollaron sus ideas acerca de sus dioses y la vida. No se dan entre ellos dogmas ni magia, sacerdotes ni supersticiones. Sus dioses eran unos seres que habían sido humanos y que habían llegado a la inmortalidad. Se creía que los dioses griegos vivían en palacios espléndidos, en la cumbre del monte Olimpo en el norte de Grecia. Sin embargo, en lugar de permanecer siempre allí, descendían a la tierra con frecuencia, inmiscuyéndose muchas veces en los asuntos de los humanos. En los mitos se les ve con frecuencia actuando como niños malcriados, con regañinas entre ellos. En caso de que hubiera un hombre que llegara a ser un gran héroe, se le permitía unirse a los dioses, llegando a formar parte de los inmortales.
Un ejemplo de la mezquindad de los dioses griegos en la mitología es que Zeus, el padre de los dioses, es presentado como un marido acobardado, siempre intentando que su vigilante esposa Hera no se enterara de lo que hacía.
Mitos célebres son los de Prometeo, robando el fuego de los dioses y dándolo a los humanos, por lo que fue condenado a un suplicio eterno. Otro es el de Orestes. La madre de Orestes, Clytemnistra, había dado muerte a su marido Agamenón, padre de Orestes. Clytemnistra murió a su vez a manos de Orestes, su propio hijo. Por este crimen de matricidio fue perseguido por las Furias.
Los poemas de Homero, por su parte, representan a los dioses apareciendo a los hombres para dirigirlos, alentarlos o detenerlos.
Así, el panteón de dioses griegos puede recapitularse de la siguiente manera:
Zeus, dios del cielo;
Hera, su hermana y esposa, diosa del fuego doméstico y del matrimonio.
Deméter, de la agricultura.
Poseidón, del mar.
Hefaístos, de la fragua y el fuego.
Ares, de la guerra.
Apolo, de la luz, la música, el conocimiento;
Artemisa, su hermana, de la caza, el pudor, la inocencia.
Hermes, de los ladrones y los comerciantes, la suerte y la riqueza.
Atenea, del trabajo manual, la sabiduría, las artes y las ciencias.
Dionisos, dios del vino (equivalente a Baco entre los romanos).
Afrodita, diosa de la belleza y del amor.
Posteriores desarrollos son las escuelas órfica y pitagórica, con las que aparecen nuevas creencias acerca de la existencia de una vida futura con recompensas y castigos. Los cultos de los misterios (Eleusis) aseguran a los iniciados una vida después de la muerte. Hay posteriores adiciones, entre las que se destacan la introducción del culto orgiástico de Dionisos, en el siglo VII a.C., y en el siglo IV el de Esculapio, el dios de la medicina.
(d) FILOSOFÍA EN GRECIA
Frente a todas estas creencias y prácticas idolátricas, y una degeneración de las costumbres, surgió una profunda falta de satisfacción y descreencia en los mitos y dioses del politeísmo. Surge así la corriente de la filosofía, que intenta buscar la verdad por los propios medios del razonamiento humano. Es una larga historia en el callejón sin salida de una búsqueda a tientas, en la que lo más válido fueron las preguntas planteadas. La respuesta sólo podría ser dada por la revelación divina, que se debería aceptar con una humildad difícilmente existente en la mentalidad racionalista.
Se dio así una larga andadura explorando todas las posibles avenidas para llegar a conocer la razón de la existencia del hombre, su origen y destino, su naturaleza, la naturaleza y personalidad del Dios que se entreveía detrás de todo, si es que podía llegar a ser conocido. Son varias las escuelas de pensamiento que se desarrollaron:
(A) Tales de Mileto puede ser considerado como el primer filósofo conocido (624-546 a.C.). Veía en el agua el principio fundamental de todo lo existente.
(B) Anaximandro (611-546 a.C.) es el primero del que tenemos noticias que propusiera abiertamente el transformismo de las formas vivientes. Sugirió que los hombres provenían de los peces.
(C) Pitágoras de Samos (580-500 a.C.) funda una sociedad de iniciados que buscan en la armonía de los números la esencia última del universo, reduciéndolo todo a la matemática, y proponiendo la transmigración de las almas.
(D) Parménides de Elea (475 a.C.) esboza la idea de que el pensamiento es la única y verdadera realidad, llegando a desarrollar un panteísmo monista.
(E) Empédocles (450 a.C.) enuncia el principio de que el universo está formado por cuatro elementos (el agua, el aire, la tierra y el fuego), que interaccionan entre sí en base a dos fuerzas, el amor (que busca la unión), y el odio (que busca la separación).
(F) Demócrito de Abdera (nacido alrededor del año 470 a.C.) propone un sistema atómico, en el que una gran multitud de átomos, con gran diversidad de formas, y en movimiento, entrando en multitud de combinaciones, dan todas las formas existentes en el universo. Para él, todo, inclusive la vida, es materia y movimiento. Reconoce una naturaleza en la que hay ley, pero no propósito. Es el padre del materialismo mecanicista. Discípulos suyos fueron Epicuro y Lucrecio, que llevó a su extremo lógico de la desesperanza este sistema ateo.
(G) Platón (427-347 a.C.), discípulo del célebre Sócrates (469-399 a.C.) se opone al relativismo y llega al idealismo, en el que la realidad última reside en el mundo de las Ideas, plasmadas sólo imperfectamente en el mundo de la materia. Propone un estado paternalista totalitario.
(H) Aristóteles de Estagira (324-322 a.C.) fue discípulo de Platón. Fundó el Liceo de Atenas, y fue instructor de Alejandro Magno. En sus obras se dedicó a clasificar y sistematizar todo el saber de su época. Fue el fundador de la lógica formal o lógica aristotélica, intentando lograr un sistema coherente del universo en sus distintas relaciones.
Después de Aristóteles, la filosofía griega entró en un lento proceso de decadencia. Se puede decir que Aristóteles había sido el punto culminante. Tras él viene un descenso a movimientos como el epicureísmo (véase EPICÚREOS), fundado por Epicuro (341-270 a.C.) y el estoicismo (véase ESTOICOS), fundado por Zenón de Kition (336-264 a.C.).
Otra poderosa fuerza en esta decadencia es el nacimiento del escepticismo y la doctrina enunciada por Pirro (360-270 a.C.), que afirma la imposibilidad de un conocimiento cierto (agnosticismo). Se llega a una absoluta desconfianza en los sentidos y en la capacidad de raciocinio para llegar a un conocimiento verdadero. Se desemboca así en una postura ecléctica en la que todo cabe, por cuanto se ha llegado a una total desesperanza de poder llegar a conocer la verdad. Se rechazan los dogmas y sólo se admiten opiniones. Tenemos así en la filosofía griega la raíz de la historia del pensamiento occidental en su intento de lograr un conocimiento verdadero aparte de Dios, por el solo raciocinio humano. A un optimismo inicial sigue una desesperanza total, y la asunción de posturas materialistas, fatalistas, y/o cómodas.
(e) EVANGELIZACIÓN DE GRECIA
El primer punto en el que el Evangelio fue proclamado en Europa fue Filipos, en Macedonia (véase FILIPOS). La siguiente ciudad que se menciona es Tesalónica (véase). Pero fue en Atenas donde el Evangelio chocó con la filosofía. Filósofos de los epicúreos y de los estoicos quisieron oír a Pablo, y le trajeron al Areópago, que estaba situado cerca de la Acrópolis (véase AREÓPAGO). Allí pronunció un discurso que inició con el tema de «EL DIOS NO CONOCIDO». Efectivamente, con todas sus especulaciones y pretensión, la sabiduría de este mundo no ha conocido a Dios (cp. 1 Co. 1:21, 22-30; 2:4-7). El hombre debe aceptar el conocimiento que sólo Dios puede impartir: el conocimiento verdadero acerca del hombre, de su origen, de su caída en pecado, de su necesidad, de la paciencia de Dios y de su juicio venidero, y de la provisión que Él ha preparado en Cristo de salvación para todo el que cree. Todo esto lo esbozó Pablo en su discurso en el Areópago, ante aquella compañía de filósofos. Especialmente directa es su evaluación de todos los esfuerzos del hombre aparte de Dios: «Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan» (Hch. 17:30). Es de notar que la doctrina de la resurrección (Hch. 17:31-32) se enfrentaba abiertamente al concepto griego de liberación del alma del cuerpo. Allí es donde dejaron de escuchar, al no poder aceptar, como tantos hoy en día, esta verdad fundamental e histórica sobre la que se basa nuestra fe: el Cristo verdadero y objetivamente resucitado, vencedor de la muerte, que nos introduce, una vez efectuada la reconciliación por su muerte, en la esfera de la vida de resurrección. «Unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez» (Hch. 17: 32). «Los griegos buscan sabiduría» (1 Co. 22). Pero la sabiduría de Dios llega mucho más alto que la de los hombres. En su Primera Epístola a los Corintios, el apóstol Pablo tuvo que enfrentarse a las tendencias filosóficas que pretendían negar el hecho de la resurrección tratando de imponer en la iglesia las concepciones filosóficas griegas. Todo el capítulo 15 de dicha epístola es una vehemente defensa de este hecho capital frente a las especulaciones racionalizantes.
Posteriormente, los efectos corruptores de la aplicación de los conceptos de la filosofía griega hallarían expresión en el gnosticismo, que era una mezcla de idealismo griego y dualismo persa con otros elementos místicos y vocabulario cristiano (véase GNOSTICISMO). Más tarde, las filosofías de Platón y de Aristóteles serían usadas para la erección de unas teologías ajenas en su espíritu a la revelación de Dios en su palabra. La acción de los Reformadores nos devolvió el legado de la «Sola Scriptura», a la que nos encomendó el apóstol Pablo, en su discurso de despedida a los ancianos de Éfeso: «Os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados» (Hch. 20:32).
Así, la historia de la filosofía griega es la historia del pensamiento humano autónomo. Comenzando con grandes vuelos, llega a un punto culminante. No habiendo hallado una respuesta que satisfaciera al hombre entero, que sólo puede hallar su satisfacción en Dios (cp. Ec. 3:11) previa la reconciliación con Él, la filosofía empieza su declinar, hasta que llega a la etapa existencialista desesperanzada. Este ciclo de la filosofía griega, hecho en ignorancia (cp. Hch. 17:30) se ha repetido en la civilización occidental a raíz del «Renacimiento» e «Ilustración», sumida ahora en la «angustia vital». Pero en occidente no ha sido en ignorancia, sino en apostasía, con el deliberado abandono de una revelación dada en Cristo.
(f) Grecia en la Profecía.
Véanse ALEJANDRO y DANIEL.