(heb. «Hittï», pl. «Hittïm») o HETEOS (del heb. «Het»).
Durante muchos años, los orientalistas no se ocuparon más que de dos imperios importantes, el del valle del Nilo y el de las cuencas del Tigris y el Éufrates.
Después del descubrimiento en Carquemis, en 1871, de inscripciones desconocidas, se llegó a reconocer el papel de los hititas como fundadores de un tercer gran imperio oriental, que floreció en el Asia Menor entre 1400 y 700 a.C. (La cronología convencional los sitúa entre 1900 y 1200 a.C., hallándose en conflicto con inscripciones asirias. La cronología revisada sitúa el imperio hitita dentro del marco cronológico de sus relaciones con Asiria, y concuerda con la cronología revisada de Egipto; véase EGIPTO.)
(a) Los hititas en la Biblia.
El nombre hitita aparece, en singular y plural, 47 veces en el AT, en tanto que el nombre Het, de sentido análogo, se encuentra 14 veces. (En nuestras versiones se transcribe generalmente como «heteo».) En la extensa confederación de estos pueblos, es posible que ambos términos no se relacionen siempre con el mismo grupo. Los heteos son frecuentemente mencionados en la lista de pueblos que moraban en Canaán antes de su conquista por los israelitas (cfr. Gn. 15:20; Éx. 3:8; Dt. 7:1; 20:17; Jos. 3:10; 11:3; 24:11).
Abraham compró la cueva de Macpela a Efrón heteo (Gn. 23:10-20).
Esaú se casó con dos mujeres heteas (Gn. 26:34). Más tarde, también hubo israelitas que hicieron lo mismo (Jue. 3:5, 6).
Ezequiel, lanzando sus reproches a la Jerusalén infiel le dice (Ez. 16:3): «Tu origen, tu nacimiento, es de la tierra de Canaán; tu padre fue amorreo y tu madre hetea» (cfr. Ez. 16:45).
David se relacionó con heteos (1 S. 26:6), se caso con Betsabé viuda de Urías heteo (2 S. 11:2-27).
Había mujeres heteas en el harén de Salomón (1 R. 11:1), este monarca sometió a los heteos y a otros pueblos extranjeros a prestar servicio de trabajo obligatorio (1 R. 9:20-22; 2 Cr. 8:7-9).
Los hebreos no consideraban a los heteos como apátridas sin hogar. Conocían su país (Jos. 1:4). Los reyes de los hititas son mencionados junto con los de Siria (1 R. 10:29; 2 Cr. 1:17). En 2 R. 7:6 figuran al lado de los egipcios, lo que indica la importancia que tenían.
Todas estas alusiones de la Biblia fueron tratadas con gran escepticismo, hasta el día en que se pudo acudir a la exhumación arqueológica de esta gran nación que desde entonces ha llegado a ser famosa.
(b) Los descubrimientos arqueológicos.
W. Wright, misionero en Damasco, y el orientalista A. H. Sayce estuvieron entre los primeros investigadores que comenzaron a reconstruir la imagen del imperio hitita, al unir las piezas de un inmenso rompecabezas esparcido por diversos monumentos (Wright: «The Empire of the Hitites», 1884; Sayce: «The Hitites, the Story of a Forgotten Empire», ed. revis. 1925). Entre 1906 y 1912, Hugo Winckler, de Berlín, descubrió alrededor de 10.000 tabletas de arcilla en Boghaz-koi, capital hitita situada sobre el río Halys, a 150 Km. al este de Ankara. Gracias a los trabajos de varios lingüistas, entre ellos el checo F. Horzny, se llegó a descifrar el cuneiforme hitita, con lo que se llegó a tener acceso a una vasta literatura: anales, textos religiosos y míticos, secciones de códigos y leyes, etc.
Las evidencias documentales, arqueológicas y monumentales examinadas conducen a la conclusión de que el imperio hitita en Asia Menor se formó en base a las migraciones de los hititas expulsados de Canaán en la época de su conquista por Josué. Al cabo de unos 50 años, unos pueblos de origen indoeuropeo conquistaron y absorbieron esta antigua raza hitita, adoptando su civilización. Esto llevó a la formación del llamado Imperio Antiguo, que llegó a su fin bajo el embate asirio dirigido por Tiglat-pileser (1114-1076 a.C.). El Imperio Antiguo había sido fundado sobre las ruinas del antiguo imperio de Babilonia y la aniquilación de la dinastía de Hammurabi (aprox. 1265 a.C.). Después de la caída del Imperio Antiguo en el año 1110 a.C., el Imperio Nuevo vio su ascensión, y también reveses y guerras con Salmanasar III de Asiria (825 a.C.), con Ramsés II (786 a.C.), a lo que siguió un pacto de no agresión entre Ramsés II y el rey hitita Hatusilis II, sellado con el matrimonio de la hija primogénita de éste con el faraón. Hacia el año 700, el Imperio Nuevo hitita se derrumbó con la invasión de los Pueblos del Mar, y la capital, Boghazkoi, fue tomada. (Véanse ASIRIA, EGIPTO, FILISTEOS.)
Bibliografía:
Courville, D. A.: «The Exodus Problem and its ramifications» (Challenge Books, Loma Linda, California, 1971);
Velikovsky, I.: «Ages in Chaos» (Doubleday, Garden City, New York, 1952).