Este término se usa en las Escrituras con diversos significados.

(a) Un periodo indefinido, en el que el término tiempo daría el mismo sentido: «La hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre» (Jn. 4:21).

(b) Un punto determinado en el tiempo, pudiéndose usar «instante» o «en el acto» como sinónimos: «Y la mujer fue salva desde aquella hora» (Mt. 9:22).

(c) La división del día en doce horas, que por lo general se considera desde la salida hasta la puesta del sol. Esto variaba en Palestina desde diez de nuestro cómputo en el invierno hasta catorce en verano, de manera que las horas de verano eran casi la mitad más prolongadas que las del invierno. Las horas en las Escrituras se cuentan por lo general como desde las 6 de la madrugada hasta las 6 de la tarde, lo que hace que la hora tercera se corresponda con las 9 de la mañana; la hora sexta con las doce del mediodía; la hora novena con las 3 de la tarde, etc.

Esta correspondencia es aplicable a todas las horas mencionadas en el NT excepto en el Evangelio de Juan. Este evangelista seguía el cómputo romano, de medianoche a medianoche. Esto da explicación a la dificultad que se halla en Jn. 19:4, que registra que el juicio estaba en marcha en la hora sexta, en tanto que en Mr. 15:25 se dice «era la hora tercera cuando le crucificaron». Una comparación de todos los pasajes muestra que el juicio tuvo comienzo a una hora muy temprana, y las 6 de la mañana en nuestro cómputo se ajusta bien; y la crucifixión a las 9 de la mañana, la hora tercera de los judíos, concuerda con Marcos. Las otras horas concretas mencionadas en Juan se hallan en Jn. 1:39; 4:6, 52, 53, y nuestro cómputo de tiempo concuerda bien con todas estas menciones.


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